Nadie se rasga ya las vestiduras cuando un género clásico es reconvertido para contentar a las nuevas generaciones de espectadores, pero eso no quita para que, a la hora de hacer un balance crítico de «Gangster Squad», la película apenas pase del aprobado raspado en cuanto mero entretenimiento, a pesar de tratarse de una gran producción que ha costado sesenta millones de dólares y cuenta con un reparto multiestelar de mucha consideración. Esto último, siendo honestos, hay que reconocer que ha pasado desde siempre en Hollywood, donde se suelen buscar nombres que luzcan en el cartel, pero a los que a la hora de la verdad no se les ha ofrecido personajes dignos de una interpretación trabajada. En «Gangster Squad», hay reunidos numerosos actores de valía, a los que se les ha encomendado unos roles superficiales dentro de situaciones estereotipadas.

Sean Penn, sin ir más lejos, se limita a hacer una burda caricatura del tipo de gángster que en el cine clásico fue inmortalizado por James Cagney, Paul Muni o Edward G. Robinson. En lo que respecta al grupo de agentes encubiertos que se enfrentan a él, son un calco de los que formaban patrulla en «Los intocables de Eliot Ness» o en «La brigada del sombrero».

Lo que cambia es el ritmo de la narración, que resulta mucho más entrecortado, debido a la aceleración de un montaje más ligero. Es por ello que la recreación de los años 40 cobra un aire de cómic, un poco al estilo de «Sin City». Es una evolución más visual que otra cosa a partir de modelos literarios que han sido asimilados ya por el cine, la televisión e incluso por los videojuegos.

Con la acción violenta pasa otro tanto, por culpa de una mecánica acumulación de tiroteos que desemboca en un duelo final a puñetazo limpio. El reclutamiento de los integrantes de la brigada policial, por ejemplo, resume el conocido esquema clásico de un clásico como «Doce del patíbulo».