El tema de la corrupción política no es ni mucho menos nuevo, por más que esté de plena actualidad. El guión de «Broken City» -según la crítica estadounidense, un título original que le viene grande porque suena a clásico del cine negro- fue incluido ya hace cinco años en la famosa Lista Negra de los libretos más interesantes rechazados por los grandes estudios.

Así que Allen Hughes se fijó en él para debutar en solitario, después de haber codirigido largometrajes con su hermano gemelo Albert Hughes. Lo último que habían hecho esta pareja de cineastas afroamericanos de Detroit había sido la apocalíptica «El libro de Eli», por lo que le venía muy bien para cambiar de género.

No todos los realizadores tienen la oportunidad de rodar en Nueva York con un presupuesto de sesenta millones de dólares, lo que le ha permitido a Allen Hughes dirigir a un reparto estelar muy sólido. Para el papel primordial del alcalde corrupto ha contado con Russell Crowe, quien se muestra especialmente manipulador en su caracterización. Mantiene un duelo personal con Mark Wahlberg, quien encarna al expolicía reconvertido en investigador privado al que el edil contrata para que siga a su mujer, que no es otra que Catherine Zeta Jones.

Lo que en principio debería ser un simple caso de infidelidad acaba en crimen, una vez que el supuesto amante aparece asesinado. El protagonista no tardará en descubrir que la persona que lo ha contratado está jugando con él al gato y al ratón desde el mismo día en que fue apartado del cuerpo de policía, con oscuros fines ocultos.

Allen Hughes trata de inspirarse en la vertiente setentera del género, invocando a Alan J. Pakula o Sidney Lumet, pero sin desligarse de un poso clásico. Después de todo está contando el pulso que un teórico perdedor mantiene de forma desigual con el hombre más poderoso de la Gran Metrópoli, fotografiada por Ben Seresin desde perspectivas opuestas.