Mikel INSAUSTI

Lo mejor que ha hecho Julie Delpy como actriz es su trilogía con Richard Linklater, de la que este año se estrenará «Antes de medianoche». Es lógico que el gran cineasta independiente haya influido en su faceta de realizadora, hasta el punto de completar un díptico con «Dos días en París» y «Dos días en Nueva York». Sin embargo, y para que no la acusen de plagista, ha preferido seguir su propia línea y no hablar de una historia de amor intermitente a través de sucesivos encuentros en distintos periodos. Para ello, en esta secuela ha cambiado de pareja y de ciudad.

En París Julie Delpy jugaba en casa y Adam Goldberg hacía de amante foráneo, mientras que en Nueva York ella es la extranjera y el afroamericano Chris Rock hace las veces de anfitrión. Al actor cómico se le ve un tanto descolocado, porque aquí no es él quien genera el humor y se pasa la película aguantando las gracias de los demás con cara de circunstancias. Sucede así, debido a que ha de acoger en su apartamento a la familia de su nueva compañera sentimental, a sumar dentro de la convivencia a la que ambos aportan ya sendos hijos de sus anteriores relaciones.

Es como si parte de la familia de la anterior pelicula de Delpy «Le Skylab» se les colará en casa, con el consiguiente alboroto lleno de voces y malentendidos. Y cito ese título, porque vuelve a aparecer Albert Delpy, haciendo de lo que realmente es: padre de la protagonista. A la fiesta se suman los colegas de interpretación Alexia Landeau y Alexandre Nahon, que también han colaborado en la escritura del guión.

Nahon, que aparece como cuñado postizo, no domina el inglés, pero se empeña en traducir al anciano todo lo que conversan entre ellos los nativos. El lío es monumental, resaltando las diferencias culturales existentes entre yanquis y europeos, sobre todo por el lado del contraste entre el puritanismo de los unos y el carácter más libertino de los otros. No dejan de ser tópicos establecidos, que en el aspecto turístico se resumen al menos mediante un montaje acelerado.