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Laderas del embalse de Esa, históricamente inestables

La evacuación de 60 viviendas en las urbanizaciones Lasaitasuna y El Inglés de Esa ha vuelto a sacar a la luz las denuncias de inestabilidad de las laderas sobre las que asienta el embalse, que está previsto que aumente su capacidad tras las obras de recrecimiento, lo que aumenta las dudas sobre su seguridad.

Martxelo DÍAZ

La asociación Río Aragón tiene documentados en su página web (rioaragon.wordpress.com) todos los deslizamientos que se han registrado en el entorno de Esa. El primero de ellos, se produjo poco tiempo después de que comenzasen las obras de construcción del embalse, en noviembre de 1928, en plena dictadura de Miguel Primo de Rivera. En 1930, se cayó la ladera derecha a la altura del estribo que se estaba excavando en ese momento. Debido a ello, se rescindió el contrato a la empresa constructora. El informe emitido por los geólogos Sampelayo, Valdés y Sáez en 1935 no deja dudas y recomienda que se paren los trabajos de retirada de la capa vegetal.

73 años después, coincidiendo con la puesta en marcha de nuevos trabajos para el recrecimiento, se ha producido un nuevo deslizamiento en la ladera opuesta. Ahora, sin embargo, no se ha rescindido ningún contrato y las obras continúan.

Otro episodio de inestabilidad se registró en 1957 y 1958, cuando estaban concluyendo las obras de la presa. La constructora se vio obligada a realizar más sondeos e inyectar cementos en los cimientos ante los movimientos del terreno en el que se habían construido los aliviaderos.

El cierre y llenado de la presa y su posterior desembalse en 1960 provocó la reactivación del deslizamiento de 30 años antes, con un movimiento de 60.000 metros cúbicos de tierra que afectó a la nueva carretera recién construida, obligando a rehacerla y a trasladarla hacia el norte. El precedente parece desmentir las palabras de Xavier de Pedro, presidente de la Confederación Hidrógráfica del Ebro (CHE), que manifestó que para solucionar los problemas endémicos de deslizamientos lo mejor era culminar las obras del recrecimiento. Los vecinos de Zangoza y de localidades del entorno que se movilizaron el pasado sábado, en cambio, piensan todo lo contrario, que las obras del recrecimiento han provocado los deslizamientos en una zona de por sí inestable, por lo que lo más sensato es parar el proyecto.

Unas lluvias registradas en 1964 reactivaron los deslizamientos de 1930 y 1960. La historia ha vuelto a repetirse este año, ya que el desalojo de las urbanizaciones de Esa estuvo precedido por fuertes precipitaciones. Los responsables de la CHE se aferraron a la adversa meteorología para intentar justificar el nuevo deslizamiento, pero las fuertes lluvias y nevadas se repiten en esta zona situada al pie del Pirineo cada ciertos años. Por ello, los vecinos se muestran intranquilos ante una infraestructura que no prevé fenómenos meteorológicos que tarde o temprano volverán a registrarse.

Nuevos trabajos en el estribo de la ladera izquierda provocaron un nuevo deslizamiento en noviembre de 2003. En febrero de 2004 y julio de 2006 se registran nuevos deslizamientos en la ladera derecha, que obligan a la CHE a inyectar hormigón en un intento infructuoso de estabilizar la tierra. En julio de 2007, el problema vuelve a surgir en la ladera izquierda. En abril de 2008, las lluvias provocan el desprendimiento de un talud en la ladera izquierda. En abril de 2012, vuelve a deslizarse la ladera izquierda a pesar de los bulones y el hormigón inyectado. En junio de 2012, lo que se reactiva es el deslizamiento de la ladera derecha. La evacuación de este mes es, por tanto, el último capítulo, de momento, de una larga historia de incidentes.

René Petit, el ingeniero de la actual presa de Esa de los años 1930 e histórico jugador del Real Unión, era consciente de la peligrosidad del embalse. En una entrevista publicada en «Diario de Navarra» en 1983 descartaba categóricamente el proyecto de recrecimiento por la inestabilidad de las laderas. «A mí me daría mucho miedo. La presa actual tiene 60 metros de profundidad y en su día ya hubo sus más y sus menos sobre si aguantaría o no. Hay que ser muy cauto en este tipo de obras, mucho. Hay que tener en cuenta que al aumentar el volumen aumentan considerablemente las posibilidades de un fallo geológico. Si ahora existe una presión de 10 kilos por centímetro cuadrado, con esa ampliación puede doblarse a 20... ¿Quién va a garantizar la seguridad de tal obra?», preguntaba Petit.

Diez años después, un informe de Antonio Casas, geólogo de la Universidad de Zaragoza, advertía de la peligrosidad de la ladera izquierda de Esa. Ese mismo año, José Luis Uceda, ingeniero de la CHE, solicitó que se estudiase la sismicidad y los riesgos de deslizamiento de la zona antes de aprobar el proyecto. No se hizo. En 1999, Casas, junto a su compañera Mayte Rico, elaboraron otro informe en el que volvían a alertar de la sismicidad y el peligro de deslizamientos.

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