Miles de palestinos asistieron enfurecidos ayer a los funerales por un militante de Al-Fatah hallado muerto el sábado en la celda de una prisión israelí.

El brazo armado de Al-Fatah, las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, advirtió en comunicado de que «este crimen horrible no quedará impune y prometemos al ocupante sionista que responderemos». Combatientes armados y encapuchados de la organización resistente vigilaban las exequias, una escena raramente vista en la ocupada Cisjordania en los últimos años y que recuerda a los años de la Intifada. Las Brigadas confirmaron que Arafat Jaradat, de 30 años de edad y natural de la localidad de Sair, cerca de Hebrón (sur de Cisjordania) era uno de sus militantes.

El domingo, la Autoridad Palestina acusó a Israel de torturar hasta la muerte al prisionero. El ministro de Prisioneros, Issa Qaraqae, denunció, tomando como base el informe del médico legal palestino que participó en la autopsia, que los resultados preliminares muestran que «Israel le asesinó». Concretamente, divulgó detalles como las heridas y las contusiones en la espalda y en el pecho, las señales de tortura en el hombro izquierdo y la rotura de varias costillas.

Por su parte, el Ministerio israelí de Salud insistió en que las primeras constataciones «no son suficientes» para determinar la causa de la muerte. El Gobierno israelí asegura que murió «probablemente» por una crisis cardíaca. El servicio secreto interior, Shin Beth, confirmó que le interrogó el jueves pasado, dos días antes de su muerte, pero insistió en que «fue víctima de una enfermedad» tras desayunar en la prisión de Meggido (sur de Israel).

Huelga de hambre

Unos 4.500 presos palestinos iniciaron el domingo una huelga de hambre para protestar por la muerte del preso.

Cientos de jóvenes palestinos se enfrentaron ayer a los soldados israelíes, que respondieron con fuego real hiriendo a siete.