El Ejército español ha comenzado en las Bardenas unas maniobras que se prolongarán durante varios días y en las que está haciendo uso de armamento real. Una suerte de «juegos de guerra» que no cuentan en esta ocasión con la cobertura de la OTAN y que vuelven a profanar uno de los enclaves naturales más ricos, singulares y espectaculares de Euskal Herria. De paso, quienes han ordenado estos ejercicios insisten en despreciar el rechazo popular al uso militar de ese vasto territorio, escenario de un buen número de movilizaciones en este sentido.

El sonido de las explosiones y disparos vuelve a atronar en el desierto navarro, un estruendoso recordatorio de que en este país hay armas que siguen sin ser acalladas, las de aquellos que, precisamente, se niegan a renunciar al uso de la violencia para imponer su proyecto político. Como los controles que la Guardia Civil sigue levantando cada día en cualquier carretera vasca, el vuelo rasante de los cazas españoles constituye una explícita amenaza por parte de un Estado que actúa en esta tierra como en plaza conquistada.

Las Bardenas fueron declaradas en el año 2000 «zona de interés para la defensa nacional» por el Gobierno español, solo un año después de que una Ley Foral la calificara como Parque Natural -cuyo plan de ordenación de recursos naturales no puede ser desarrollado por la existencia del polígono-, y un mes después de que todo el entorno pasara a ser Reserva de la Biosfera. Entonces, como todos los gobernantes españoles desde 1951, el Ejecutivo de José María Aznar quiso dejar claro que la razón de su fuerza prevalecía sobre la legítima voluntad de los bardeneros y del conjunto de la sociedad navarra, que cuando fue preguntada expresó su rotundo rechazo a la OTAN y que clama por la completa desmilitarización del herrialde. Por ello, el vuelo de esos pájaros de la muerte debe ser un acicate más para conducir a este pueblo a un escenario de democracia real en el que su palabra sea, por fin, respetada.