Mikel INSAUSTI

Cuesta tomarse en serio un thriller en el que los gángsters de turno se dedican a secuestrar perritos, para luego quedarse con la consiguiente recompensa. Todo es como una broma, porque «Siete psicópatas» rinde culto a la violencia tarantiniana, ya que para Martin McDonagh las armas son una prolongación de la palabra, y así los tiroteos se mezclan con los diálogos de una forma deliberadamente absurda y gratuita.

Pero el cineasta irlandés no se conforma en su segundo largometraje con invocar al Tarantino de «Pulp Fiction» e intenta ir más allá, experimentando con la narrativa deconstruida. Por eso copia al Charlie Kaufman de «Adaptation», mediante la historia de un guionista bloqueado que escribe el borrador de una película que se va a llamar «Siete psicópatas». Es una pista evidente de la intención autobiográfica puesta en el doble juego entre ficción y realidad, de tal suerte que Colin Farrell asume la condición de alter ego de Martin McDonagh.

El hermano menor de John Michael McDonagh («The Guard», «Calvary») defiende un tipo de escritura etílica, fuera de las convenciones dramáticas del planteamiento, nudo y desenlace. Las situaciones y los personajes se suceden sin un orden lógico, con el inserto de subtramas que introducen a su vez otras temáticas, como esa especie de memorándum sobre asesinos en serie que va desde El Estrangulador de Boston al Asesino del Zodiaco.

El mayor peligro que acarrea una estructura abierta de este tipo viene por el lado del reparto, en cuanto que en lugar de interpretaciones propiamente dichas la mayoría de las intervenciones de actores famosos parecen simples cameos o invitaciones a hacer de ellos mismos. Se echa mucho de menos a Brendan Gleeson, inseparable del cine de cada uno de los hermanos McDonagh, aunque sí repite el mencionado Colin Farrell con respecto a «Escondidos en Brujas». Tom Waits, Christopher Walken y Harry Dean Stanton son los que más disfrutan con sus numeritos enloquecidos.