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RUGIDOS ROJIBLANCOS

El momento

 

Borja IRIZAR Socio del Athletic

Refiere un conocido anuncio de perfumería de una colonia -en este caso no voy a referirme al género- que es en las distancias cortas donde una fragancia se la juega, y en esas parece que nos encontramos, o igual habría que decir nos deberíamos encontrar los que formamos la familia rojiblanca. Nos la estamos jugando en distancias muy cortas, nada menos que en trece partidos, en las que debemos darnos cuenta de que todos tenemos nuestro grado de responsabilidad, unos más que otros, tanto en el devenir del equipo como en que salgamos de esta complicadilla situación. Y es en estos momento de zozobra, como dice alguno, cuando los que de verdad sentimos esto -porque no solamente existen autoexclusiones al proyecto en el ámbito profesional, sino también en el social (el conocido que el año pasado te decía ¡cómo jugamos¡ y este año te dice con mofa ¡os váis a Segunda¡)-, debemos ser conscientes de que hay que remar juntos.

No es momento de solicitar dimisiones fuera de lugar y basadas en condicionantes propagandísticos y mediáticos al estilo del Parlamento hispano. Los dirigentes del club fueron elegidos para ciertos años y al final de ellos se valorará su labor y se les deberá exigir, en lo que proceda y en su medida, responsabilidades.

No es tampoco el momento de solicitar ceses del cuerpo técnico; de manera modesta opino que no es la solución al problema de un equipo que trabaja, llega 15 veces a puerta, le llegan 4 y pierde por goleada. El problema radicaría en que nos llegasen por todos lo flancos y no llegásemos. A lo sumo se le puede achacar a los responsables que no encuentren esa pieza para insuflar autoestima y la no comisión de fallos de patio de colegio.

No es el momento de querer ganarse las audiencias metiendo cizaña con informaciones lacerantes, por mero interés propio y hablando de cambios de ciclo y otras sandeces, sin autoanalizar si a alguno ellos se les ha pasado el arroz hace tiempo.

No es el momento de crucificar, abochornar y mofarse de un jugador propio (posiblemente de esto nunca es el momento), cosa que no es la primera vez que sucede, traspasando de manera absoluta el límite del derecho a expresar opiniones, como tampoco es el momento de dejar, mediada la segunda parte del partido, el actual San Mamés parecido al que se está construyendo, porque las cosas vengan chungas.

Porque es el momento de dejar de mirarnos al ombligo con esa autocomplaciencia de decir que somos la mejor institución y afición del mundo y empezar, si ello es cierto, que ya lo dudo, a demostrarlo, empezando por actuar todos en el mismo sentido.

Porque es el momento de apoyar a esos privilegiados, a esos «millonarios prematuros» que tienen en sus pies el futuro de la institución de todos y hacerles ver que su problema es anímico, que saben hacerlo, que no les va a faltar el apoyo de todos los estamentos, que se tienen que exigir atención para evitar errores infantiles y que ellos deben, y lo van a hacer con nuestro apoyo, sacar esto adelante, porque a fin de cuentas nosotros somos los que pagamos y ellos los que cobran cojonudamente.

Y cuando haya pasado este momento, con la campaña salvada, deberemos analizar si se ha conseguido el fin que se buscaba con ciertas actuaciones, más allá de las intenciones, y sobre todo habrá que declarar sin ambigüedades quién quiere quedarse en esta nave, sabiendo qué somos y qué queremos ser. Y todos lo que quieran poner rumbo a los Apeninos que se marchen sin disculpas ininteligibles al estilo Cospedal y sin medias tintas, que lo que es seguro es que no somos menos listos, o más tontos, que ellos.

Y los que se quieran quedar, que también los hay, que sepan qué es esto y que se adecúen a ello. Pero eso será otro momento, aquel momento.

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