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Django, la renuncia como estilo

Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

 

El cine implica una subversión total de los valores, un trastoque completo de la óptica, de la perspectiva, de la lógica», decía Antonin Artaud («El cine». Alianza 2002). Tan cerca y tan lejos de Artaud, Quentin Tarantino. La memoria cinematográfica del perpetrador de «Reservoir Dogs» camina una y otra vez sobre las cenizas de sus recuerdos cinematográficos. El pasado revisita su imaginario audiovisual, se hace presente insistentemente.

Pero el cine de Quentin Tarantino es algo más que posmodernismo, va más allá de eso que llamamos intertextualidad y juega con la belleza de las formas hasta despojarlas precisamente de eso, de su convencional y predecible belleza. Cuando de una secuencia se espera «épica» y «emoción», él soluciona su «exceso de normalidad» con una salida de tono adolescente. Pero aún así, Tarantino no puede evitar que el talento salte desde la pantalla hasta la mirada de un espectador cautivado por sus múltiples habilidades, sus historias desviadas y sus personajes manieristas.

Tras «Inglourious Basterds», en «Django desencadenado» relata la venganza contra el esclavismo y el racismo sureños en EEUU a través de la historia de Django, un esclavo que ejemplificará a la perfección el clásico viaje del héroe. Django partirá en busca de su destino y el viaje cambiará su vida y le hará merecedor, como héroe que es, de lograr su objetivo: salvar a su amada. Jamie Foxx interpreta al esclavo negro con una presencia en pantalla más que envidiable y Christopher Waltz, a un dentista alemán. Ambos, compañeros de camino y andanzas como cazarrecompensas, van relevándose en la intensidad de sus actuaciones que, como las del resto del largometraje, son brillantes.

Víctima de sus propios excesos e incapaz de dejarse llevar y aceptar su talento, Quentin Tarantino renuncia en «Django desencadenado» a realizar una obra, digamos, brillante, para conformarse con jugar con el género que él llama southern. La película, que bebe de la producción hispano-italiana que dirigió Sergio Corbucci (con cameo de Franco Nero incluido), es irregular (sobre todo en su guión) pero divertida. Y sin duda, como dijo un amigo, el Black Power es cool en «Django desencadenado».

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