«Tengo dudas sobre dos certezas», dejó caer una vez el técnico italiano Giovanni Trapattoni, el mismo que nos dejó otra frase para la reflexión: «Los entrenadores son como el pescado. Pasado un tiempo empiezan a oler». El Athletic sigue acarreando muchas dudas tras su sufrido y reivindicativo triunfo en El Sadar, pero también da fe de algunas certezas no menos importantes. Si Marcelo Bielsa huele o no a pescado, el perfume de la victoria mitigará cualquier fetidez si es que la hubiera. «Es unánime en el vestuario el compromiso con el míster y esta semana se le ha castigado. Queremos que esté con nosotros hasta el final y le estamos muy agradecidos», reivindicó al final del partido Ander Herrera.

Zanjado cualquier debate sobre la continuidad del técnico argentino, los debates sobre este Athletic siguen abiertos por mucha victoria ante Osasuna. Comenzando por la meta, Iraizoz respondió donde debía, bajo palos, pero de ningún modo el debate está cerrado, puesto que no ya Gorka sino el propio San Mamés tiene un examen sobre su comportamiento hacia los suyos y en concreto para con su propio portero.

Decía ayer el periodista Juan Carlos Latxaga que el de Iruñea fue el Athletic más «caparrosiano» de la temporada y de eso no cabe duda. Los rojiblancos se olvidaron de su particular piedra Rosetta y optaron por olvidarse de la pelota y rifar balones en contra de su propio ADN, con la diferencia de que ninguno tenía destinatario. Las únicas estadísticas en las que los roiblancos ganaron a los navarros fueron en las de balones perdidos y faltas realizadas. Nada más lejos de lo que es este Athletic.

No cambio en nada la pésima imagen defensiva de los leones, donde está claro que si enfrente hubiera estado un equipo de garantías, hubiera hecho estragos en la zaga bilbaina. No extraña que Bielsa diga que no es la solución defender con más hombres, es que cuanto más hay, más fácil es es que se molesten. Cada balón al área rojiblanca sigue siendo una invitación a contener la respiración. Ni la insistencia en entrenar en Lezama la defensa de las jugadas a balón parado surte efecto.

Y mientras las carencias defensivas siguen siendo tan sonrojantes comos semanas atrás, poco hay que decir de la capacidad goleadora, salvo que solo dos remates fueron entre los tres palos y uno a la red. Efectividad máxima pero engañosa. Probablemente, el de El Sadar no sirva de referencia porque ante el Valencia el próximo domingo es de suponer que veremos a un Athletic más protagonista y que tratará de llegar con más solvencia arriba. Otra cosa es que el Athletic sea el equipo con menos goleadores de la Liga -solo seis jugadores han marcado- o Aduriz siga inmerso en la racha negativa que no es nueva en su trayectoria profesional.

Viejos demonios que se vieron ante Osasuna, pero también la confirmación de que si algo tiene la mayoría de este vestuario es el compromiso. Es cierto que los rojiblancos se aferraron al 0-1, le echaron casta más que juego, pero no es menos cierto que en cualquier jugada final los navarros podrían haber hecho el empate. Esta vez sucedió lo de tantas veces, pero a diferencia de otras, la imagen final de los leones arremolinados en el césped en torno a su compromiso con la camiseta que defienden dejó claro que este equipo no va a pasar apuros de aquí a final de temporada. Hay compromiso, hay actitud, hay conjura para sacar esto adelante y lo ilustraron delante de todos tras el pitido final del partido. Sus gestos, sus palabras post-partido lo refrendan. Incluso la propia valoración del encuentro de Bielsa. Probablemente sea lo único salvable del derbi del sábado y a pesar de que el técnico reivindique que «el juego es lo primero», este Athletic hoy se agarra a su compromiso.