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Amparo LASHERAS Periodista

Antes de los señores, ahora del pueblo

La muerte de Chávez lo cubre todo. La actualidad se ha vestido de rojo, de revolución bolivariana, y cuesta no sumarse a los sentidos adioses que cruzan el mundo para gritar con acento también rojo y bolivariano que Chávez no se va, vivirá en el apoyo de su pueblo y en cualquier lugar donde anide un deseo, una chispa y una esperanza de cambio revolucionario. La iglesia de San Francisco, en el barrio gasteiztarra de Zaramaga, puede ser uno de esos lugares. La memoria de cinco obreros, asesinados el 3 de marzo del 76, pesa sobre los muros de su memoria, de su paisaje de cemento y cristales, de sus bancos inhabitados, en la única presencia de un crucifijo solitario que apenas tiene ya quien le hable. Desde el pasado domingo, también 3 de marzo, el lugar, como anunciaba una pancarta, dejó de «ser del señor para ser del pueblo». Un cambio de uso que apagó el susurro de los rezos y dio altavoz a los más de cien jóvenes que ocuparon la iglesia para revolucionar el recuerdo, buscar alternativas y denunciar este presente que nos ahoga en la miseria de ese «es lo que toca» que tanto detesto y que no es otra cosa que la excusa, «la mala fe» que decía Sartre, para no elegir y no comprometerse. La asamblea popular (Gasteizko Herri Asanblada), nacida como una propuesta de trabajo y movilización anticapitalista, invita a dejar atrás las excusas y a participar en ella desde la organización y el compromiso, dos premisas que, por mucho que se repitan en todas las nuevas iniciativas, nunca pierden su valor si lo que se desea es llegar. Con ello, el recuerdo revolucionario de Chávez también estuvo presente en San Francisco, en ese lugar del señor que, como Venezuela, ahora también es del pueblo.

 
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