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Exploración y riesgo en un imaginativo y denso trabajo

Pablo CABEZA

Ez da amaiera» es el disco más arriesgado de Gari. Apunta a oyentes con intención en la escucha. Muestra apoyos vocales desconocidos, relevantes arreglos de viento que azuzan por primera vez su carrera en solitario. Hay rock, pero tamizado. El hilo conductor es la familiar voz de Gari, con melodías escondidas en una primera escucha. Las letras mezclan la poesía con «la vida», que dice Gari. Suenan las infinitas guitarras de Moyano teñidas de matices. Son el dúo que germina «Ez da amaiera».

Gari apunta que la mayor parte del trabajo se ha consumado en el estudio de grabación. Qué sería aquello con tanto arreglo, pistas y detalles, qué sería de Aitor Ariño en la mesa. Aquí unas voces (estas o aquellas, así o de la otra forma), ahora unos teclados, ahora se arrastra la guitarra con su slide, ahora se retuerce. «Zure bila» que, en sus cuatro alegres minutos, contiene de todo a pesar de su potencial como single. «Dena eta zer ez dago» abre el disco con la lógica del poder de un single. Cuenta con el mejor estribillo comercial del disco: «Garaituta nago, galduta nago». «Zure bila» alza aspecto de single, pero es más oscura.

Pasados los dos primeros cortes llega el bloque que singulariza el disco.«Gure hitzak» es fluvial, atmosférica y con un final frenético, donde Moyano se sale. En esta canción hay una frase de homenaje a Mikel Laboa. «Dena dena dena» grita sin piel Gari en «Maitasun kanta», aunque previamente haya sido una canción entre el rock ondulante, paisajista, enigmático. «Eutsiko diogu» cuenta con las guitarras sucias y tercas de la Velvet, aunque melódicamente las formas corales conducen la canción a la paradoja y lo inhabitual en Gari. No es difícil escucharla como un himno.

Dentro de la conjetura, «No space no time» se une al espacio del astronauta de la portada, a las sensaciones que se tienen en África respecto a lo que es el tiempo y el espacio, la forma de ver y sentir la vida, el propio título incide en el tiempo: «No es el final». La escucha deja una de las mejores composiciones en la carrera de Gari y donde aparecen arreglos de viento por primera vez. El tiempo de los metales concluye con «Begirada bat», otra de las obras maestras en el repertorio del bilbaíno de adopción. Entre el ritmo de apariencia gestionado por unas palmas, la hermosa melodía, las cuerdas rasgadas de Moyano y el contagio de los vientos, se completa una canción de diez, un todo al alcance de unos pocos.

En este punto no es posible la superación. No obstante, llegan aventuras envolventes, de ritmos medios para compañías allá de tarde o metidos en la noche. Surge el lado brasileño, «pero no jazzero», matiza rápido Gari, de «Eternitatea eta beste egun bat», el relajado pop de «Aspertu naiz», el curioso arranque de «Etxe txikia», con esa canción aportada por el folclorista y etnomusicólogo que es Alan Lomax. Canción que torna a balada sufrida y sensual, reposada. El disco se cierra con «Jaiotza», la mayor perorata del disco. Kirmen Uribe se lo ha puesto crudo a Gari. Es la más árida del disco.

¿Se despide Gari del rock en su forma más directa? El músico siempre regresa.

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