Maite Ubiria Coordinadora del Area de Relaciones Internacionales de Sortu
Chávez, el azote de la indiferencia
La izquierda transformadora vasca se ha unido a esa ola de solidaridad que hoy tiene por destino Venezuela, pero que abraza a todos los pueblos que luchan por su emancipación
La muerte de Hugo Chávez ha provocado una fuerte sacudida en Venezuela y una emoción compartida en el continente a cuya recomposición consagró gran parte de su esfuerzo político. La marea roja que ha tomado Caracas ha puesto de manifiesto el fuerte nexo entre un pueblo y un dirigente que para millones de personas fue el artífice de una sociedad más justa con los que menos tienen.
En las calles, de las que se impregna el proyecto de transformación venezolano, se ha plasmado el profundo cariño de una ciudadanía que recuerda con claridad cómo vivía hace una década la mayoría popular de un país al que sus dirigentes trataban con cruel indiferencia.
La Venezuela del presente, con todas sus lagunas y colinas por conquistar, es simplemente un país nuevo. Una nación más mestiza, democrática y plural, que difícilmente se reconoce en aquella Venezuela sometida por sus élites de tez clara a los designios de las instituciones financieras internacionales y al latrocinio institucionalizado de su renta petrolera.
Mas allá de las fronteras de Venezuela, y hasta de esa patria común americana cuyos gobiernos han mudado de piel en el tiempo en que el comandante presidente ha morado en el palacio de Miraflores, la muerte de Hugo Chávez no ha dejado indiferente a casi nadie. Desde el poderoso vecino del norte, EEUU, hasta su enemigo numero uno, Irán; desde las desafiantes potencias asiáticas hasta los pueblos árabes a quienes quieren robar su primavera; desde esa África que no se resigna a ser el continente perdido hasta la Europa que se lame las heridas causadas por su inconsciente adscripción a las imposiciones de los mercados.
Tanto quienes abrazaron a la Venezuela que se atrevió a soñar con el socialismo del siglo XXI como quienes afearon la conducta a un país que osó alzar la voz para proclamar que otro mundo es posible han optado por secundar el tono de recogimiento respetuoso con que el pueblo venezolano ha querido despedir a su compañero más querido.
Los medios de comunicación en el Estado español han vuelto a marcar la diferencia. Los medios públicos y las cabeceras privadas de referencia han doblado tambores junto a las atalayas de la ultraderecha, no ya para deslavar el legado de Chávez, sino para perfilar un escenario de inestabilidad tras su partida que discrepa abiertamente con la realidad. Sus profecías se han dado de bruces con la serenidad que transmite esta Venezuela en duelo y chocan incluso con la prudencia por la que ha optado la variopinta oposición antichavista.
Con su actitud, esos medios que en el pasado dieron muestras de manifiesta incapacidad para hacer una lectura desapasionada del proceso bolivariano, se han descalificado definitivamente como fuentes de información veraz sobre la realidad venezolana. Esa actitud de indife- rencia hacia un pueblo comprometido con un proyecto de transformación democrática y pacifica nos resulta familiar. Por eso su beligerancia no nos deja indiferentes.
La izquierda transformadora vasca se ha unido a esa ola de solidaridad que hoy tiene por destino Venezuela, pero que abraza a todos los pueblos que luchan por su emancipación.
Nada es blanco o negro en Venezuela. Tampoco en Euskal Herria. El silencio a que invita el duelo no debe hacernos olvidar las alusiones despectivas que de forma convulsiva, sin ir más lejos en la última campaña electoral, distintos dirigentes del PNV hicieron al espectro social y político de izquierdas y abertzale por su amistad con la Venezuela rebelde.
Mientras afilaba la tijera para recortar derechos básicos y servicios públicos, el PNV preguntaba con altanería eurocentrista si el modelo del frente amplio soberanista era la Venezuela de Chávez. Y ello cuando la incalificable adhesión hacia el intento de golpe contra el Gobierno bolivariano expresada en su día por un senador nacionalista empotrado en Madrid haría recomendable, por simple decoro, obviar cualquier alusión al modelo elegido libremente por la ciudadanía de una nación con la que Euskal Herria mantiene lazos ancestrales.
Hoy y aquí los independentistas de izquierda no escondemos nuestro afecto hacia la revolución bolivariana y a su mejor garante, el pueblo de Venezuela, y a diferencia de quienes pretenden hacernos creer que no hay otra alternativa a la crisis sistémica del capitalismo que soltar lastre, arrojando a las personas por el precipicio del desahucio social, expresamos nuestra vocación de seguir avanzando por la senda de la democracia participativa, en la construcción de un modelo social que responda al objetivo de superar toda injusticia y desigualdad, creado desde Euskal Herria y para Euskal Herria, sustentado en la voluntad popular y por supuesto, abierto a todos los pueblos del mundo.