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La Gernika de los kurdos sigue en ruinas

Soran Ali Muhidin nos enseña una foto blanco y negro: «El de arriba es Soran, de cuatro años; abajo están Sonia y Sirwa, de ocho y cinco años. Shamsa, de 30, está entre ambas». Las piernas de Soran asoman inertes por el umbral de su casa mientras sus hermanas yacen desfiguradas junto al cadáver de su madre.

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Karlos ZURUTUZA | HALABJA

Eran mi tía y mis primas. Perdí a 36 miembros de mi familia en el ataque». Han pasado ya 25 años pero Soran dice recordar aún «con detalle» lo ocurrido aquel día. Imposible olvidarlo. El 16 de marzo de 1988 un grupo de ocho aviones iraquíes arrojó bombas químicas sobre esta localidad en la frontera entre el sur y el este de Kurdistán, controlada entonces por tropas persas y guerrillas aliadas con Teherán. Se estima que unas cinco y siete mil personas murieron en el ataque y otras 10.000 resultaron heridas. Soran asegura que los efectos de los agentes químicos -un cóctel mortal de gas sarín, mostaza y tabún, entre otros- aún afectan a muchos de los residentes y sus descendientes.

«Prácticamente todos en Halabja nos hemos acostumbrado a vivir tanto con el dolor psicológico como con el físico pero nadie, ni el KRG -Gobierno Regional Kurdo-, ni ninguna organización internacional ha realizado un estudio médico y medioambiental en la zona», denuncia Soran desde el Museo de la Memoria de Halabja. «Todavía no sabemos si la tierra bajo nuestros pies está contaminada, ni si el agua y la leche que bebemos son venenosas», añade.

Con sus galerías repletas de fotos y sus macabros dioramas a tamaño natural, el Museo de la Memoria es la infraestructura más visible de la localidad, y quizás la única plenamente operativa. Nada que ver con las calles rotas y llenas de lodo en el que hunden sus botas los cerca de 80.000 habitantes de Halabja.

«Dicen que el KRG ha destinado cinco millones de dólares para el evento de hoy pero bastaría mucho menos para acondicionar el suministro eléctrico«, denuncia Aram Shamirani, periodista local. «Hay días en los que sólo tenemos dos horas de luz».

Aram Shamirani tenía cuatro años aquel 16 de marzo. La providencia quiso que se encontrara fuera de Halabja pero ha dedicado gran parte de su vida reconstruir los hechos a través de más de un centenar de cintas de radiocasete con los terribles testimonios de los supervivientes.

«He puesto este material a disposición del KRG y he denunciado a través de decenas de artículos el abandono al que estamos abocados pero la única respuesta que recibo es la indiferencia», se queja este joven menudo y de baja estatura. El material que lleva en su maletín, dice, «no es más que una ínfima parte» de todo el que guarda en casa. Desde el cementerio de las víctimas, Nihayat y Hamina -40 y 59 años- perdieron nueve y diez parientes cercanos. Nihayat tiene problemas de visión y ambas sufren las secuelas de las quemaduras. Dicen no recibir ayuda económica ni asistencia médica de ningún tipo.

«Las víctimas tienen derecho a decir lo que quieran pero le puedo asegurar que muchas de ellas han recibido ayuda para tratamiento médico en Irán», explica a GARA Khider Karim, alcalde de Halabja y coordinador del evento. Respecto a los cinco millones de dólares supuestamente destinados a la organización del vigesimoquinto aniversario, Karim dice desconocer las cifras exactas del presupuesto.

Apo también ha venido

Las visitas se encadenan en el cementerio convertido en improvisado lugar de reencuentro para familias y amigos llegados desde diferentes puntos de Kurdistán. Tras haber conducido desde Kirkuk, Falah Salah confiesa que echa en falta un homenaje a aquel piloto turcomano, también de Kirkuk, ejecutado por Saddam tras negarse a tomar parte en la masacre.

Tampoco faltan personajes ilustres como Nechirwan Barzani, Primer Ministro de la Región Autónoma Kurda, así como otras caras menos conocidas como Dihar Gari, portavoz del PKK en Suleimania, la segunda ciudad de Kurdistán Sur tras Erbil.

Ciertamente, los kurdos del norte son fáciles de localizar entre el gentío. Tahir y su familia han venido desde el campo de refugiados de Mahmur. Se retratan entre las lápidas desplegando una bandera con el rostro de Abdullah Ocalan, el líder del PKK encarcelado en una isla prisión del mar de Mármara.

«Hemos venido a transmitir nuestra solidaridad y cariño a nuestros hermanos del sur», explica este hombre vestido de guerrillero, para quien Ocalan es «un puente entre Oriente y Occidente y un referente para todo Oriente Medio».

En representación del KNK (Congreso Nacional Kurdo) Perwin Aziz coincide y aprovecha para condenar el uso de armas químicas contra los kurdos en suelo Turco. «Desgraciadamente, Halabja no ha sido el único episodio de ataque químico contra los kurdos», apunta Aziz. Respecto al proceso de diálogo entre Turquía y el PKK, la activista confiesa no sentirse demasiado optimista respecto a la eventual respuesta de Turquía tras el último gesto del PKK. El pasado miércoles la guerrilla entregaba a ocho militares del Ejército Turco a Ankara .

Para Abdullah, residente local de 47 años, la visita de los kurdos del norte obedece más a cuestiones de propaganda que a gestos solidarios. Por otra parte, las razones de Jawar pueden resultar mucho más prosaicas a simple vista: «Vengo todos los años por el ambiente, para entretenerme un poco. ¿Qué otra cosa se puede hacer si no en Halabja?», exclama este joven de 18 que no conoció ni a su padre ni a sus abuelos.

Demanda de liberación de Ocalan en el Newroz

Decenas de miles de kurdos celebraron ayer en Estambul el Newroz, el año nuevo kurdo que, Aunque oficialmente se celebra el 21 de marzo, este año el BDP, principal partido pro-kurdo, ha extendido la festividad durante varios días. La concertación en la plaza de Kazliçesm, dio lugar a repetidas demandas de liberación de Abdullah Ocalan, encarcelado hace trece años en una prisión en la isla de Imrali, en el mar de Marmara, la mayoría de ellos en completo aislamiento. «Libertad para Ocalan, libertad para Apo» se leía en las pancartas. Fuentes gubernamentales y kurdas esperan un llamamiento del líder del PKK a una tregua unilateral con ocasión del Newroz, y a un abandono de las armas antes de agosto, un gesto en las negociaciones con las autoridades de Ankara para poner fin al conflicto kurdo. GARA

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