Un triunfo que es una pírrica victoria
Yolanda Barcina ha sido reelegida como presidenta de UPN al haber ganado a la candidatura de Alberto Catalán tras dos recuentos con más votos que votantes. Con el 51% de los votos, la presidenta de Nafarroa ha logrado salir airosa en el plano interno del partido en uno de sus momentos más críticos. Pero parafraseando al rey Pirro, que cuando derrotó a los romanos dijo aquello de «una victoria más como esta y estoy derrotado», el triunfo de Barcina es en realidad una victoria pírrica. Toma el poder y controlará UPN en medio de una crisis de gobernabilidad y de credibilidad de proporciones históricas, repleto de cuchilladas y viejas mañas en un partido que es percibido como un cobijo de corruptos. Y a nadie debe extrañar, pues eso es lo que ocurre cuando se pone en un lugar tan relevante a personas de enana estatura política, pero de larga ambición hegemónica y sed de enriquecerse.
La gestión de su triunfo no va a resultarle sencilla. El equilibrio interno de UPN ha sido tan tensado, el esfuerzo y el precio pagado han sido tan costosos que el resultado final no basta, no le será suficiente. Ni siquiera inflamar la retórica contra los abertzales, proyectarse como el «rompeolas» frente a ellos, con ese tufo a resentimiento y un ensañamiento que cada día sobrepasa un nuevo límite de perversidad y desprecio. La cuidadanía de Nafarroa es consciente de lo que representa Barcina: una clase política dirigente mediocre, corroída por la corrupción y detestada por la opinión pública. La presidenta tiene motivos para estar muy preocupada: el rechazo parlamentario, una contestación popular muy fuerte, su posición de «baluarte» que evita la «desaparición de la Navarra foral» fuertemente erosionada por un contexto donde la viabilidad de Nafarroa como autonomía uniprovincial que da la espalda a Euskal Herria está más en entredicho que nunca.
Lo que hoy aparenta ser una victoria, será el estigma que marcará, más temprano que tarde, el agotamiento del gobierno y su salida por la puerta de atrás. Este Congreso puede convertirse en el símbolo de la impostura, la descomposición y la decadencia de UPN.