CRíTICA: «The Art of Flight 3D»
Los locos del snowboard
Mikel INSAUSTI
Siempre he dicho que no tengo nada en contra del deporte de riesgo y aventura, con tal de que las operaciones de rescate en la alta montaña no las acabe pagando el contribuyente. Está claro que los chicos de «The Art of Flight 3D» se costean sus expediciones con un par de espónsor muy fuertes, que también producen la película. En consecuencia, se puede decir que se trata del spot publicitario más largo de la historia, ya que los logos de la bebida energética y de la marca de ropa patrocinadoras son visibles de principio a fin. Como quiera que soy inmune a ambos productos y estoy fuera del demográfico juvenil que los consume, no he tenido ningún problema para disfrutar de las espectaculares imágenes sin mayores prejuicios.
No sé si a Travis Rice la bebida de marras «le da alas», pero es rigurosamente cierto que consigue volar con su tabla sobre la nieve. Encabeza a un grupo de locos del snowboard que viajan por el mundo buscando montañas para practicar los descensos más vertiginosos. La gira empieza por Alaska, pasa por los Andes chilenos, Darwin en Patagonia, Canadá, Aspen (Colorado), llegando hasta los Alpes transilvanos. En cada localización encuentran diferentes tipos de dificultades, que desafían una y otra vez de la forma más insensata. Rara vez abandonan el objetivo, tal vez solo cuando en Chile entra un volcán en erupción. Por lo demás, no les detienen ni las avalanchas, ni los rigores climáticos.
Para ello movilizan avionetas, helicópteros y motos de nieve.
La escena que más me ha impresionado a través de la cámara subjetiva es la filmada en Darwin, cuando se lanzan por un glaciar de paredes verticales que cada vez se va estrechando más y más, desapareciendo entre las rocas. Lo increíble es que la lesión más grave fuera la rotura de una rodilla por parte de Mark Landvik, y eso que el primer rótulo advierte del peligro mortal con un texto que reza: «Dedicamos esta película a todos los que hemos perdido haciendo lo que aman». La música de los islandeses Sigur Rós pone emoción a unos gélidos y sobrecogedores ambientes que conocen tan bien como Travis Rice y los suyos.