Día tras día despertamos con el anuncio de un nuevo avance dentro de las llamadas nuevas tecnologías. Por ese motivo, a veces merece la pena hacer un alto para fijarnos en estos avances que afectan a esos artilugios que utilizamos durante nuestra rutina y que tienden a transformarnos en una especie de ente acomodado y dependiente de las supuestas ventajas de unos electrodomésticos que, en algunos casos, pueden incluso determinar nuestros propios gustos.

Un ejemplo de ello es nuestro tótem doméstico por excelencia o, como muy bien lo define Raimundo Fitero, nuestro «electrodoméstico esencial». Es decir, la televisión.

La última apuesta de la compañía Samsung es un modelo de televisión que, además, de incluir control por voz y gestual, se permite el lujo de hacer recomendaciones al propio usuario. El aparato en cuestión cuenta con un menú de inicio personalizado, aplicaciones y cuatro paneles más dedicados a fotografías, redes sociales, películas y series de televisión. Panasonic, por su parte, quiere tentar al usuario con una serie de pantallas de plasma que con un simple toque permite pasar fotos y vídeos del teléfono o tableta a la televisión.

Un vistazo a los catálogos nos descubre una cuestión singular y común: desde diversos campos -telefonía móvil, ordenadores- se tiende a reinventar el concepto televisión. Buena parte de estos dispositivos son de gran tamaño, definición y, por ahora, también de precio. Además, son capaces de interactuar con el usuario de forma inteligente y cuentan con pantallas de Ultra Alta Definición cuya resolución es 4 veces superior al estándar de alta definición actual.

Julio Cortázar escribió en su «Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj»: «Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj». Esto mismo podría ser aplicado al televisor y su interconectado usuario humano.