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Raimundo Fitero

Lobos

 

Sí, perdón, es muy fácil decir lobos para referirse a los lobbies, esos grupos de presión organizados que intentan en los lugares de decisión política influir en los diputados o congresistas para que su voto se decante por una propuesta u otra. Vuelvo a pedir perdón en esta ocasión de manera muy sincera a los lobos. «Salvados» se está volviendo muy sesuda, se acerca a asuntos que no son fáciles de entender, y el pasado domingo recorrió diversas partes de Europa para intentar explicarnos la existencia de esos grupos organizados que dedican sus esfuerzos económicos y humanos a presionar, extorsionar, condicionar, en definitiva a corromper a los electos con fines inequívocamente mercantiles.

Bueno, eso es lo que dicen, y esa sería la parte «más noble» de estos grupos, porque ahora mismo se está realizando una campaña desmesurada, enloquecida, extorsionadora, salvaje en términos de utilización de argumentos falaces de supuesto valor político para presionar a un tribunal europeo que debe declarar sobre la legalidad o ilegalidad de esa monstruosidad llamada «doctrina Parot». La extorsión es tan manifiesta que hay unos medios de colaboración con las consignas de interior y exteriores que están abusando de su alineación con las tesis más ultras y menos ajustadas al derecho democrático.

En el programa de Jordi Évole, se llegó a crear un bucle tan raro como para decir que, a su manera, la Plataforma de Afectados por los Desahucios ejerce de lobby. Es decir, se intentó comparar una acción popular, de política directa, con esas actividades que se hacen en los lobbies de los hoteles de lujo, o en otros lugares menos aireados en los que alguien recomienda por el bien de la patria, de la química o de la religión que se vote en una dirección sobre alguna ley que se está horneando. Datos: deben existir más de dos mil individuos en los diferentes grupos del lobby de las farmacéuticas. Un diputado europeo enseñó las cartas de recomendación. Dijo que todo estaba bien, que lo consideraba información complementaria y que todo se rompía cuando llegaba el regalo en especies, viajes, sexo o dinero directamente. O sea, vidas ejemplares. Las de los lobos, naturalmente.