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CRíTICA teatro

Un toque

Carlos GIL        

Albert Vidal es uno de los grandes bufones de la escena europea. Su biografía creativa es imprescindible, ha transitado por las profundidades del ser humano. Ha señalado la trascendencia del hecho teatral, ha roto con todos los espacios, todos los lenguajes, todas las experiencias. Es un creador único, con toques de genialidad.

En esta pieza estrenada en Donostia nos devuelve su faceta más directa, más bufonesca, demostrando su facilidad corporal, su ductilidad, su composición de un personaje dotándole de coherencia absoluta en forma, voz, movimientos. Lo hace para ir desgranando un texto reconocible, directo, hablando de la realidad socio-económica actual. Y su personaje crece, inquieta, pero su discurso queda atrapado en obviedades, como si se negase a dejarlo volar, a poseerse con la locura absoluta.

Se convierte entonces en un cómico que acompañado por músicas hace un show, reduciéndose a contar unas realidades que nos escupe cada día los telediarios, los medios de comunicación y no hallamos el tamiz, ni un punto de vista diferente, crítico o sarcástico, no vemos ese toque mágico que parece anunciarnos su entrada, su voz, su gestualidad, su cuerpo melifluo, demoníaco, pero acaba triunfando el traje, la mediocridad del personaje, una metáfora a la contra. Nos quedamos con el gran actor, el gran creador. Este espectáculo se nos reduce a una anécdota.

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