RUGIDOS ROJIBLANCOS
¡Qué cruz!
Borja IRIZAR Socio del Athletic
Llegan los días de Semana Santa y quien más quien menos desea que así sea, unos, los más creyentes, para demostrar su gran fervor en las diferentes procesiones y manifestaciones religiosas que se celebran en diferentes partes de nuestra geografía, este año un poco más animados por que ya tienen nuevo jefe terrenal y con vínculos, dicen, cercanos; y otros porque, kontxo, unos días de asueto no vienen nada mal. Pero hay que joderse, para una vez que los tiempos económicos nos impiden emigrar temporalmente, nos quitan `er furbo'. Y no solamente a nosotros, que me sé yo de dos fenómenos que tampoco les han invitado a pasar el fin de semana futboleando con su `gloriosa', tres si contamos al lesionado.
Situación diferente es la que le espera, nos espera, al Athletic. Nosotros no tenemos una semana de pasión; nos queda alguna más, aunque esperemos que no sean muchas y que nuestra Pascua no la tengamos que celebrar cumpliendo la última fecha, como dicen los compatriotas de Marcelo, y que la podamos adelantar por aquello de no sufrir hasta el final. Pero mientras llega ese `Domingo de Salvación' (o el día que sea, por aquello de la televisión) nos queda todavía llevar muchas cruces, cada uno la suya, pero llevarlas entre todos.
Y es que cuando parecía que la tranquilidad entraba por la puerta, gracias también a la fortuna que nos había faltado otras veces -y, porqué no decirlo, a acciones que serían líderes en el ranking de vídeos de primera y protagonizadas por un tal Soldado-, nos encontramos con un partido en el que nos toca -y van- protagonizar goles que parecen sacados de una película de los Hermanos Marx (más madera) en el que uno hace un escorzo, el otro se agacha y el tercero le hace la ola a un tocayo mío para que nos la enchufe. Y lo fastidioso es que otras veces un gol tan prematuro nos había espoleado, pero esta vez ni por esas, dejando una sensación de impotencia e inseguridad que vuelve a dejarnos el cuerpo con un escalofrío que da miedo. Y no es cuestión de mentar al campo maldito, porque con semejante juego gafes son hasta los estadios de la Play Station.
Y tampoco creo que sea cuestión de actitud, o por lo menos así lo espero en la inmensa mayoría de los jugadores, salvando a alguno que lo mínimo que podía hacer en sus últimos momentos es pelear a tope, cuando menos por respeto a un club que le ha educado -cría cuervos- y a unos compañeros y cuerpo técnico que, aunque no lo crea, le han hecho ser lo que es o han contribuido de manera importante a que así sea.
Sigo pensando, y me podréis tachar de pesado, que a pesar de que con ciertos sueldos no debiera ser disculpa, noto a los jugadores excesivamente atenazados, y eso es palpable en los momentos excepcionales, como la temporada anterior en su momento decisorio, como en los malos momentos actuales, con la diferencia de que estar situados en las posiciones en las que estamos nos causa un desasosiego mayor por poder llegar a tener un desenlace jamás conocido.
Así que no queda otra que continuar nuestro particular via crucis (que viene a ser la meditación de los momentos y sufrimientos vividos), tras venir descansaditos del pequeño periodo vacacional. Eso salvo los que se visten de corto, que deben currelar y mucho, siendo la primera estación la de un Granada al que debemos superar sí o sí, hacerle la Pascua como corresponde a tal día y en la medida de lo posible alcanzar un desarrollo de juego aceptable. Y desde luego, visto que nadie aparta de nosotros este amargo cáliz, deberemos participar de semejante representación. Incluso el que quiera rezar que lo haga, todo vale, porque al final parece que es un tema más de creérselo que de otra cosa. Y como el que no se consuela es por que no quiere, pues habrá que pasar el trago de este año con la final europea que le toca jugar al Bilbao Basket, al que desde aquí quiero felicitar. Espero no ser un cenizo.