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Floren Aoiz www.elomendia.com

A por el terremoto que necesita Nafarroa

No son tiempos de esperar que ocurra un terremoto político, sino de organizarlo concienzudamente. Un terremoto que triture la «estabilidad» con la que los defensores del régimen pretenden blindar su agrietada hegemonía

Si naciste para martillo del cielo, te caen los clavos, dice el refrán. Si te gustan las metáforas, en cualquier lugar encuentras tantas como quieras, añadiría yo. Así que la metáfora llegó solita, cuando la tierra se puso a temblar este jueves en Iruñerria, mientras descubría que no era mi perro el que movía la mesa (la bronca se quedó en su habitual esquina, esta vez vacía: Negu dormía en otra parte de la casa y ni se enteró).

Bastó con surfear un rato por Facebook y Twitter para darse cuenta de cómo la noticia del seísmo se iba enredando -entre bromas, chistes y amargas reflexiones- con la percepción del momento que estamos viviendo en Nafarroa. La especial sensibilidad que se ha extendido por las crisis anudadas (social, económica, ideológica, institucional, política...) no tardaba en conectar con el terremoto, que se convertía así en una excusa como otra cualquiera para hablar de lo que sentimos, pensamos, anhelamos...

El terremoto servía, por tanto, para expresar la demanda social, el deseo cada vez más compartido de que ocurra algo. El anhelo de cambio, de poner fin a una situación que se percibe con angustia, con asfixia. Cada vez más gente en Nafarroa cantaría, con Silvio, a Barcina y a sus secuaces aquello de «ojala pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve...».

Sin embargo, es poco probable que ningún suceso natural o sobrenatural vaya a poner fin a esta era de corrupción, persecuciones, engaños y secuestro de la política por una casta que ha hecho de Nafarroa su cortijo, y sería muy peligroso sentarse a esperar que el régimen se derrumbe.

Aunque la imagen de los navajazos entre los diferentes agentes y personas del navarroespañolismo nos invite a pensar en un estado terminal del régimen, deberíamos reparar en los esfuerzos que están haciendo para reparar siquiera formalmente el desaguisado y volver a esconder la basura bajo la alfombra.

La devolución de parte del dinero choriceado, las llamadas de los líderes empresariales, el ventilador de «Diario de Navarra» (la corrupción afecta a todo el mundo, así que mejor dejar de airearla...), los mensajes de estado trasmitidos por medios de Madrid o políticos como Rubalcaba, los movimientos de fichas bajo la mesa, las manos tendidas de Barcina al PSN (aunque el puñal siga en la manga)... son muchos los síntomas de un esfuerzo creciente para recomponer el equilibrio de poder evitando abrir el espacio político-institucional a las fuerzas excluidas.

Las expectativas de cambio no se pueden asentar sobre la base de la confianza en la torpeza de quienes detentan el poder. La crisis puede agravarse o cerrarse en falso, dependiendo de los comportamientos de los diferentes agentes que participan de un modo u otro en la confrontación.

No son tiempos de esperar que ocurra un terremoto político, sino de organizarlo concienzudamente. Un terremoto que triture la «estabilidad» con la que los defensores del régimen pretenden blindar su agrietada hegemonía, confundiendo, una vez más, sus intereses (que nada cambie) con los de la sociedad (un cambio profundo). ¡Manos a la obra!

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