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Antxon Lafont Mendizabal | Empresario

Anton de Madariaga

Sobre la concepción soberanista de Anton de Madariaga, lector fiel y asiduo de este periódico, «se dice de buena fuente» que fue examinada su posible presidencia de Petronor, sin éxito por su «sensibilidad radical»

Asistimos recientemente al funeral de Anton de Madariaga, «gizon zintzo». Conocí en él la actitud de un sincero soberanista extendida al conjunto del territorio de Euskal Herria. Hombre cuya palabra, confirmada por hechos concretos de «testimonio doméstico» sin derivaciones calculadas de vocabulario electoral, correspondía a su sensibilidad política y representaba aserciones con valor de paradigma. Hoy parece como si los nacionalistas fueran presentables y los soberanistas dignos de sospechas del fiscal incluso de algunos nacionalistas. Se llegó a considerar de equívocos izquierdosos abertzales a personas soberanistas progresistas y de izquierdas o de derechas. ¿Quieren decir que los atributos derechas y progresistas son antónimos?

Es verdad que el calificativo de «progresistas» va más con el de izquierdas. Esa confusión y desorden semántico es debida, más precisamente entre otras causas, a la antítesis del par «carca y progresista».

Después de este circunloquio, quizás intrascendente, deseo citar hechos sin aparente importancia pero significativos.

Recuerdo una reunión de Presidentes de las Cámaras de Comercio e Industria de Euskal Herria en la Cámara de Baiona, años 80, en presencia de notables franceses. Anton de Madariaga tomó la palabra en euskera, «lingua navarrorum» como lo recordó, ante el estupor de los franco franceses presentes conscientes del peligro que esa actitud podía representar para el jacobinismo imperante. Comenté, después de la reunión, con Anton de Madariaga su provocación positiva de la que era totalmente consciente. En esa época, y en parte ahora, ese tipo de testimonios era indispensable.

En otro aspecto, de Madariaga mostró una vez más su concepto de Euskal Herria. Hoy se publican «profesiones de fé» en euskera, castellano e inglés, obviando la existencia de Iparralde, habitada por hermanos nuestros no euskaldunes. Las publicaciones en castellano justifican su traducción al francés. Olvidamos a gran parte de la población de Iparralde que afirma su sensibilidad basquista e incluso abertzale. Recibí una llamada telefónica de Anton de Madariaga, como Presidente de la Cámara de Bilbao, proponiendo a la Cámara de Baiona la participación financiera al estudio de la oportunidad de creación de una plataforma en África del Sur destinada al transporte de carbón a Euskal Herria. Tenía que contestar inmediatamente el acuerdo, o no, de Baiona. Sin tener tiempo de reunir la junta directiva de la Cámara de Baiona, y frente a la urgencia impuesta a la respuesta, respondí afirmativamente a lo que me parecía representar un examen de factibi- lidad, en términos económicos y medio ambientales, de una iniciativa socioeconómica para el conjunto de Euskal Herria. Coyunturas diversas sudafricanas impidieron el desarrollo de la idea.

Sobre la convicción soberanista de Anton de Madariaga, lector fiel y asiduo de este periódico, «se dice de buena fuente» que fue examinada su posible presidencia de Petronor, sin éxito por su sensibilidad «radical».

Para la presidencia de Petronor un soberanista no, pero años después una nacionalista sí. Buen resumen de nuestras ambigüedades. Los hechos, porfiados si están acreditados, son los testigos comprometidos de la Historia.

Varios otros testimonios confirmarían la sensibilidad de Anton de Madariaga. Durante los años de su presidencia de la Cámara de Bilbao puede intercambiar opiniones sobre Euskal Herria en las reiteradas ocasiones de encuentros tanto en Bilbo como en Baiona a donde no tenía «pereza» de venir cada vez que le solicité su presencia, tanto para enriquecerme con su experimentada opinión como para solicitar su apoyo moral público a iniciativas de la Cámara de Baiona.

Su concepto de la territorialidad de Euskal Herria se confirmaba en hechos realmente anecdóticos, pero elocuentes. Pare- cerá frívolo que los cite pero cada hecho tiene su trastienda.

Una de sus hijas se casó en la iglesia de la Virgen de Guadalupe (Hondarribia), lo que suponía un acto social curiosísimo para los begoñistas presentes, con los que me encontré y que me expresaron su guasona extrañeza.

Al final de la ceremonia religiosa el cura de Guadalupe en una manifestación de guipuzcoana sagacidad o delicadeza, entonó el himno de la Virgen de Begoña, por pocos conocido después de los primeros compases.

Otra hija se llama Iratxe, patrimonio navarro, y así varias observaciones.

¡Qué frívolas parecerán estas líneas! a los especialistas de la ciencia política. La vida profunda está marcada por incisos diarios sin aparente trascendencia.

He querido expresar mi pesar de haber perdido un testigo leal al que seguía viendo con regularidad, insuficiente de toda evidencia, con nuestro amigo común José Mari Gorordo.

Su memoria forma parte de las que quedarán permanentemente en la mía.

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