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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Dramática y dolorosa millonada dinástica

Ironías de la vida, el mismo día en el que un juez imputaba a la hija del Rey Borbón, Cristina, por cooperación necesaria en el saqueo de fondos públicos, la prensa monárquica más ultra seguía empeñada en minimizar la herencia que el padre de este, Juan, tenía en cuentas suizas. Algo huele muy mal en estos asuntos, y a mí y a mis amigas del café de la mañana nos da que estos turbios asuntos son un tema de familia donde unos y otros hacen y deshacen según lo que han aprendido en casa.

En la Tercera de «Abc», el historiador -y apologista- Guillermo Gortázar presentaba un artículo nada inocente con el único fin de apenarnos por «una Dinastía que ha servido a los españoles desde 1700». Y qué quieren que les diga, que como dice la canción, pena, penita, pena a servidora no le dan ninguna sino todo lo contrario. Ni siquiera a estas alturas, una siente perplejidad, a lo mucho, una sana y comprensible indignación ante tanto mangoneo.

Sostiene el apologista del diario monárquico más ultramontano que la millonada «está destinada al sostenimiento, con un mínimo de decoro, de todos sus miembros», y digo yo que de decoro y de decencia nada pueden presumir. Palacios y palecetes, elefantes y osos borrachos, jeques cleptócratas del Golfo y multimillonarias «amigas especiales»... no son precisamente un ejemplo de sostenimiento con decoro y dignidad, ¿no creen?

Tras el ejercicio de apología, el historiador pelota se pone en plan dramático y junta unas letras que quizá él crea que toca las fibras más sensibles del personal pero que a mí me parece que son de reír para no llorar, una antología al peloteo, vaya. Y con todo, lo más grave viene después, cuando sin cortarse ni un pelo justifica el delito fiscal. «Desde Carlos IV todos los reyes españoles han sufrido el exilio, y es natural que parte de su pequeña fortuna privada la conserven en bancos extranjeros». ¡Hace falta tener cara de cemento! Lo de «pequeña» fortuna dejémoslo en la categoría de broma de mal gusto, pero hacer de tener cuentas secretas en Suiza con dinero no declarado y de dudosa procedencia algo natural y normal, que forma parte del paisaje, tiene bemoles.

Y nada, ni siquiera se sonrojan un poco, y encima quieren que tengamos pena por su «dolorosa» millonada. Son de pena.

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