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Txisko Fernández Periodista

El mundo es ansí; no se abstengan

En esta ocasión me he apropiado del título de una novela de Pío Baroja para encabezar esta columna. En «El mundo es ansí», el escritor donostiarra insufla la vida a Sacha Savarof, una joven de familia acomodada que abraza apasionadamente el espíritu de la Revolución rusa. No voy a resumir aquí las vicisitudes del personaje ni a opinar sobre el trasfondo de la novela.

Sí voy a exponer una de las reflexiones que Baroja pone en boca de la rebelde protagonista: «La vida es esto, crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza por la debilidad...». Resulta fácilmente creíble que tanto el escenario imaginario -producto de la mente barojiana- como el real -el que vio nacer al mundo soviético- de aquellos primeros años del siglo XX ofrecieran muchas razones para dibujar el paisaje humano de la época de forma tan sombría.

Corrían vientos revolucionarios por todo el continente europeo, desde las Islas Británicas hasta los Urales, lo que provocaba que ese mundo que aparecía gobernado por intereses miserables se tambaleara. Porque, volviendo a la novela, Sacha Savarof no cae en la desesperanza cuando responde a la pregunta que ella misma se hace: «¿Y qué hacer? No se puede abstenerse de vivir. No se puede parar».

El tiempo transcurrido desde que aquellas letras fueron impresas por vez primera -más de un siglo- le han dado la razón a esa conclusión: es imposible parar. Por mucho que quienes se sienten dueños de la fuerza desdeñen a quienes consideran débiles, siempre hay personas dispuestas a seguir viviendo con el objetivo de cambiar el lamentable estado de las cosas.

No hay que reducir la transformación social registrada en el último siglo y pico al mero resultado del transcurrir del tiempo. Tampoco hay que restar valor a impulsos revolucionarios tan notorios como los que transformaron la Rusia de los zares en la Unión Soviética, por mucho que hoy podamos llegar a desechar algunos relatos «oficiales» sobre aquella etapa histórica. Pero, fundamentalmente, no hay que caer en la tentación de negar la realidad; no conviene afirmar que hemos vuelto a la situación social de 1905; es erróneo hablar de condiciones esclavistas o de servidumbres medievales...

No neguemos la realidad si queremos transformarla. No nos abstengamos de vivir.

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