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X ANIVERSARIO DE LA CAÍDA DE BAGDAD

La «zona de exclusión» iraquí pide cambios

GARA es testigo directo del mayor desafío al Gobierno de Bagdad cuando se cumplen diez años de la invasión del país y la caída de Bagdad.

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Karlos ZURUTUZA | Mosul

Vehículos blindados y miles de soldados embozados en pasamontañas negros controlan la entrada a Mosul -a 350 km al noroeste de Bagdad-. Si bien se trata de una imagen recurrente en el Irak postSaddam, hoy no son tropas americanas sino iraquíes las que filtran el acceso a la segunda ciudad del país.

Durante milenios, medas, escitas, turcos y árabes, entre otros, han construido y destruido este punto estratégico en la Ruta de la Seda -Mosul significa «ciudad de enlace»-. Pero Mosul ha pasado los últimos diez años atrapada en el fuego cruzado entre islamistas, insurgentes y ocupantes. Los cambios han sido dramáticos y la capital de la región de Nínive es hoy escenario de las mayores manifestaciones antigubernamentales desde 2003.

Desde el pasado diciembre se suceden discursos y rezos multitudinarios en la plaza Ahrar, en el centro de Mosul. La escena se repite en Anbar y Saladino, junto con Nínive, las regiones de Irak en las que los árabes suníes son mayoría. Cada viernes -día festivo musulmán- las protestas alcanzan su punto álgido.

«La policía federal sella los puentes sobre el Tigris y cachea concienzudamente aquellos que llegan hasta la plaza», explica Ghanem Alabed, coordinador de las protestas en Mosul. «Nos requisan tiendas, mantas, esterillas... Tenemos que rezar sobre el suelo porque nos quitan hasta nuestras pequeñas alfombras de oración. Hacen lo imposible para que el campamento no sea estable pero, aún así, dormimos en la plaza cada noche».

Alabed, uno de los rostros más visibles de las protestas, ha recibido tanto amenazas como intentos de soborno por parte de Bagdad. Asegura no ser el único:

«¿Ves aquellos hombres en el tejado de ese edificio?», dice Alabed señalando uno de los edificios anexos. «Son policías y se pasan el día haciendo fotos de los manifestantes para identificarles».

Pero es casi misión imposible. Hablamos de decenas de miles de niños y ancianos; desempleados, asalariados, políticos prominentes y líderes tribales. El jeque Safed al Maula es uno de estos últimos.

«Quien manda hoy en Irak es Irán. Bagdad está en manos de los safávidas -nombre con el que se designa a los chíes persas- y los suníes estamos sometidos a una marginación sistemática», denuncia este líder de clan tocado con un turbante rojo.

Atheel al Nujaifi, gobernador de la región y líder opositor del la lista Iraqiya -la coalición política laica pero que concentra el voto suní en Irak- es otro de los ilustres habituales.

«Además de las demandas más básicas como el agua, la electricidad y empleo, toda esta gente denuncia los abusos a los que nos vemos sometidos por el desequilibrio de fuerzas en el poder de Bagdad», explica a GARA este prominente disidente al que Nouri al Maliki -Primer Ministro de Irak- ha intentado retirar de su puesto en varias ocasiones. No en vano, el suyo es un mensaje sencillo a la par de contundente: «El Gobierno en Bagdad ha de caer, no hay otra opción para el país».

Desafío abierto

«Maliki a la cárcel»: «Irán fuera del país»; «Abajo el régimen»... tras el rezo multitudinario, se corean soflamas y consignas antigubernamentales entre banderas iraquíes pre y post 2003. Los mismos eslóganes que pueden leerse en enormes pancartas que cuelgan desde un edificio en construcción junto a la plaza.

Ali Aldevoashi, editor jefe del diario Iraqion -«Iraquíes»- denuncia el acoso que sufren el y sus colegas a la hora de realizar su trabajo: «La policía requisa nuestras cámaras a la vez que arresta y hostiga a los informadores», asegura Aldevoashi, recordando que la suya sigue siendo una de las ciudades más peligrosas de Irak para los informadores. 43 periodistas han perdido la vida en Mosul desde la invasión en 2003.

Las protestas contra el Gobierno empezaron a tomar cuerpo en diciembre de 2012, tras el arresto de los guardaespaldas de Rafie al Issawi, prominente líder sunita en el Poder Ejecutivo. La magnitud de las manifestaciones, tanto en Mosul como Falujah o en Ramadi -a 60 y 110 km al oeste de Bagdad respectivamente- hoy es tal que Nouri al Maliki ha denunciado «agentes extranjeros» tras las mismas.

Pero eso no es todo. El pasado 8 de marzo, la policía federal abrió fuego sobre los manifestantes, matando a uno de ellos e hiriendo a varios. Entre los numerosos testigos del incidente se encontraba el doctor Ghanim al Sabawi.

«Ocurrió tras el rezo del viernes. Tuvimos que atender a los heridos en la plaza porque la policía impedía a las ambulancias evacuar a los heridos», recuerda este médico que dice poder compaginar profesión y reivindicación, a pesar de dormir en la plaza casi todos los días de la semana.

Salem al Jubury, portavoz de las protestas, califica los incidentes del 8 de marzo como «provocaciones a manos de las Fuerzas de Seguridad para criminalizar las protestas».

«El Gobierno ha perdido popularidad y su única defensa es el ataque», asegura Jubury. «Empezamos el pasado diciembre con demandas muy simples y, con el tiempo, se están convirtiendo también en políticas».

La alarmante escalada de la tensión entre chiíes y suníes en Irak coincide con la guerra en la vecina Siria, una combinación para muchos explosiva y que puede poner al país al borde de un conflicto civil armado. El portavoz de las protestas no descarta dicho escenario.

«Nosotros seguiremos buscando la caída del régimen y un Gobierno de transición de forma pacífica», explica al Jubury. «De no producirse cambios, todas las opciones están abiertas».

Al menos 25 muertos en un atentado contra un mitin

Veinticinco personas murieron y 60 resultaron heridas ayer en un atentado durante un mitin electoral al norte de Bagdad, cuando faltan dos semanas para los comicios provinciales. La campaña electoral se desarrolla en un contexto de gran violencia, con doce candidatos muertos en atentados en lo que va de año. La mayoría de ellos pertenecían al bloque suní apoyado por Iraqiya. Las tensiones sectarias han hecho suspender las lecciones en las provincias de Anbar y Nínive. El atentado de ayer tenía como blanco un mitin al aire libre de Mutana Ahmed Abdelwahid, del pequeño partido local Azeimun Ala al Bina y algunas fuentes señalaron que el objetivo era una reunión del suní Muthanna al-Jorani, que habría salido ileso. Primero alguien lanzó una granada contra la muchedumbre, entre la que se encontraba el equipo de campaña y, posteriormente, un kamikaze hizo estallar los explosivos que llevaba consigo. GARA

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