Crónica | Cierre de campaña del PSUV en Caracas
Maduro toma el relevo y revienta las siete avenidas
Apenas han transcurrido seis meses desde aquel épico cierre de campaña en el que, en medio de una tromba de agua, Hugo Chávez se despidió de Caracas reventando las siete avenidas. El jueves, Nicolás Maduro recogió el testigo en un mitin que coincidió con el aniversario del intento de golpe de Estado. Decenas de miles de personas secundaron al presidente en funciones, que estuvo acompañado por figuras como Diego Armando Maradona.
Alberto PRADILLA Caracas
Son las 13.00 y frente a la tarima ubicada en la avenida Bolívar no cabe un alfiler. Una masa roja que se tambalea mantiene el tipo frente a un gran escenario. En él, Lloviznando cantos, emblemático conjunto de música revolucionaria, desgrana los hits de campaña que calientan el ambiente hasta la llegada de Nicolás Maduro, prevista para las 16.00. Llegaría dos horas más tarde. Hasta entonces, los fieles bolivarianos resisten el colapso de las avenidas en un ambiente festivo, desbordado, con las emociones descontroladas. Todos quieren hablar («digan que aquí hay libertad», es uno de los principales recados a la prensa extranjera) y nadie está dispuesto a dejar un milímetro de espacio, pese a que el calor y los agobios provocan que muchas personas tengan que ser evacuadas tras caer desmayadas. En medio de la catarsis colectiva, el grito «Chávez, lo juro, mi voto es pa' Maduro», convertido en el principal lema de campaña. La jornada tiene además un elemento especial: se cumplen once años del intento de golpe de Estado que trató de tumbar al líder bolivariano. Muchos de los presentes también bajaron entonces a Miraflores para defender al presidente electo, que tardó 47 horas en recuperar el poder.
«En la IV República no valorábamos nuestro país. Chávez cambió todo», afirma Ayessa Almera, una viejecita que se mantiene a duras penas apoyada en una de las verjas que sirven para marcar el camino hacia el escenario. Enarbola un cartel hecho a mano donde reivindica el papel de la Misión Vivienda, un programa que ha permitido que más de 400.000 familias desfavorecidas reciban un techo. Ella simboliza qué tipo de personas colapsan Caracas en cada acto masivo chavista. Venezolanos que, hasta la llegada de Chávez, habían quedado excluidos del espacio público. Por eso, resulta imposible no darse cuenta del abismo existente entre los asistentes a esta marcha y quienes participan en los eventos de Henrique Capriles.
Plana mayor y celebridades
Son las 18.18 y Nicolás Maduro, subido en el camión que se ha convertido en marca de la casa, irrumpe en la zona cercana al escenario. En los bafles atruena el estribillo «En unidad, vamos a triunfar, con Nicolás». Las avalanchas se suceden. Para el último acto de campaña, Maduro se ha rodeado de la plana mayor del PSUV y de diferentes personalidades que han acompañado al proceso bolivariano. Entre los primeros, Diosdado Cabello, el periodista José Vicente Rengel o Adán Chávez, hermano mayor del difunto líder. Entre los segundos destaca una figura por encima de todos: Diego Armando Maradona, que sube al escenario para reivindicar su apoyo al proceso. «Son diez, son diez, son diez», claman los asistentes, en referencia a los diez millones de votos que Chávez reclamó en anteriores comicios y que nunca llegó a lograr. Entre las banderas, varias ikurriñas y alguna que reivindicaba la repatriación de los presos políticos vascos.
«Hoy se cumplen once años del golpe fascista», recuerda Adán Chávez. Por un momento, parece que se escuche la voz del difunto presidente, verdadero protagonista. Luego llega el turno de Maduro. El aspirante aprovechó para hacer un recorrido por la historia de la revolución como homenaje a su antecesor para comprometerse a seguir profundizando. «Los que quieran saber qué hará Maduro, que se lean el Programa de la Patria», aseguró, mientras que miembros del comando de campaña soltaban varios pájaros en referencia a la metáfora del «pajarito». El mensaje era claro: proseguir con el legado bolivariano. «No les fallaré», asegura, minutos antes de que la marea roja, exhausta, se diluya entre las calles de Caracas.