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Albania: más allá de los tópicos sobre un país desconocido

Albania celebró en 2012 los cien años de su independencia del Imperio Turco Otomano. Durante todo este tiempo los prejuicios y el desconocimiento han marcado la visión del país balcánico desde Occidente. Todo ello bajo la excusa de su aislamiento.

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Txente REKONDO | TIRANA

La muerte de Enver Hoxa en 1985 y la desintegración posterior del espacio soviético tuvieron sus consecuencias en Albania, donde el sistema imperante se vino abajo. Pero el cambio no trajo consigo la transformación prometida. La población albanesa fue seducida en parte por los cantos de sirena de Occidente «en aras de la libertad y la prosperidad económica».

Sin embargo, la realidad fue bien distinta. Albania se convirtió en un país de emigrantes y se alteraron las estructuras y la producción internas, abocándola al precipicio de una guerra civil. La crisis de la llamada banca piramidal y los enfrentamientos armados que le siguieron a mediados de la década de los noventa mostraron el abismo entre aquellas promesas y la realidad.

También en esos años resurgió el debate sobre la «cuestión nacional» albanesa, sobre todo a raíz de los acontecimientos en Kosovo, que dará pie al debate sobre la población albanesa de Montenegro, Macedonia y Chameria, una región del noreste de Grecia.

Al igual que en los países del antiguo espacio soviético, apenas quedan restos visibles del régimen socialista. La mayoría de monumentos, estatuas de Enver Hoxa o referencias al sistema han desaparecido. Sin embargo, todavía pueden verse decenas de ellos conmemorando a los partisanos y a los artífices de la independencia de 1912, y en su mayor parte erigidos en ese período.

La actual situación política en Albania es la herencia de las pasadas décadas. El 23 de junio se celebrarán elecciones parlamentarias, y todos los análisis apuntan a una reñida pugna entre las dos principales formaciones del país. El Partido Socialista (fruto de la reconstrucción del anterior partido dirigente, el Partido del Trabajo de Albania, tras renunciar a su ideología) y el Partido Demócrata (una amalgama de individuos y organizaciones con diferentes intereses y puntos de vista, cuyo único lazo en común es su oposición al anterior régimen) se han ido alternando en el poder. Los programas de ambas formaciones carecen de un posicionamiento claro en asuntos claves, lo que genera la paradoja de que en ocasiones la derecha apoye políticas sociales y la izquierda ponga en marcha políticas liberales. Más allá de esa situación, se pueden percibir algunas diferencias. Así, históricamente, los dos subgrupos del país (ghegs en el norte y tosks en el sur) han dominado la política del país. Los primeros se han alineado mayoritariamente con los demócratas, mientras que los segundos apoyan por lo general a los socialistas.

Otras formaciones, incluida la de la minoría griega (Integración y Unidad) pugnarán por conservar su representación parlamentaria y condicionar las futuras alianzas. Los herederos del Partido del Trabajo de Albania, organizados en el Partido Comunista, buscan fortalecer las alianzas con otras formaciones de izquierda y acceder al Parlamento.

La estrategia desarrollada en el país durante muchas décadas en torno a la religión (el Estado fue declarado ateo en los 60) ha logrado que hoy en día no tenga ninguna incidencia en la política, algo que contrasta en ocasiones con otras realidades vecinas.

En la mente de muchos están los comicios de 2009, llenos de irregularidades y que provocaron enfrentamientos y la muerte de manifestantes. Aquello supuso un freno en las ambiciones de Albania por ingresar en la Unión Europea.

El caos de 1997, la desestabilización de 1998 y las frecuentes crisis políticas e institucionales siguen planeando sobre la escena política albanesa, aunque con menos intensidad que en el pasado. La economía también sigue su curso. Considerado uno de los países más pobres del continente europeo, se sustenta fundamentalmente en las remesas de dinero que llegan del exterior. Con una población de cerca de 3 millones de habitantes, otros 6 millones viven fuera del país.

Los cambios de la década de los noventa trajeron una transformación absoluta de la realidad económica, dando paso a privatizaciones en la industria y agricultura (Albania tiene sus propios oligarcas) y reformas hacia la «economía de mercado» que abrieron la puerta a fenómenos como la crisis de la banca piramidal.

Todo ello sin olvidar el cambio demográfico. La mayor parte de la juventud emigró al extranjero, y desde las zonas rurales muchos se desplazaron a las ciudades, sobre todo a la capital, Tirana. Ello ha provocado el abandono de numerosos pueblos y una pérdida importante del peso de la agricultura.

En el ámbito industrial, Albania es el tercer productor mundial de cromo y tiene también minas de hierro y cobre. Algunas compañías británicas están haciendo prospecciones en torno a bolsas de petróleo y gas, aunque son muchos los albaneses que temen que «la riqueza acabará en manos de los extranjeros y de algunos pocos políticos locales».

El desarrollo hidroeléctrico durante al etapa socialista ha permitido al país un abastecimiento constante, a pesar de que en ocasiones se producen cortes puntuales.

De momento, Albania, a diferencia de sus vecinos, parece haber sorteado la crisis económica, sin embargo, muchas de las remesas que llegan al país lo hacen desde Grecia e Italia, por lo que no es descartable que finalmente la crisis repercuta en este país.

El peso de la economía sumergida, la construcción incontrolada, sobre todo en la costa, la burbuja del ladrillo, son factores que pueden acabar condicionando el futuro del país a medio plazo. Algunos analistas destacan que, a pesar de casi una década de conflicto violento, «Albania ha sido capaz de avanzar de forma sustancial en los últimos años, con una economía dinámica y una de las tasas de crecimiento económico más altas de la región».

No obstante, a pesar del aumento sustancial en el ingreso nacional, muchos albaneses siguen viviendo las consecuencias de la falta de una infraestructura social.

Las teorías de la llamada «gran Albania» obedecen a intereses de determinados grupos más que a una realidad palpable en la región. El conflicto de Kosovo dio pie a que muchos medios «descubrieran» la existencia de albaneses más allá de Albania. Posteriormente, los conflictos en Macedonia, y en menos escala en Montenegro alimentaron las teorías de una Gran Albania. Y ello se reforzaba con la situación del noreste de Grecia, donde una importante comunidad albanesa reside desde hace mucho tiempo.

Sin embargo, a día de hoy, ninguno de estos actores apuesta por esa formulación de la Gran Albania. Hace unos años, unos y otros utilizaban ese término para defender sus propios intereses y debilitar las posiciones de sus adversarios o como una «amenaza a la paz regional», pero en la actualidad en las calles de Albania la mayoría prefiere mantener las actuales fronteras, y buscar un mayor acomodo de las minorías albanesas en los estados vecinos.

El conflicto de Kosovo reactivó un nuevo espacio «político, económico y cultural albanés», reestableciendo los lazos y las relaciones entre los distintos pueblos albaneses de la región, y también en la importante diáspora albanesa en otros lugares del mundo.

Los medios de comunicación destacan otro aspecto de Albania, su supuesta impronta mafiosa. Es evidente que en algunas partes de Albania todavía prevalece el peso de una sociedad clánica, donde los nuevos oligarcas locales han ganado espacio, pero probablemente la situación del país no es muy diferente en otros estados europeos.

La caracterización con brocha gorda de Albania como un país mafioso ha servido para desdibujar la realidad del país. Un ejemplo lo hallamos en las protestas de 1997, cuando gran parte de la comunidad europea ligaba los sucesos a maniobras mafiosas pero la situación nos ofrecía otra realidad.

Determinados políticos, junto a oligarcas y mafiosos sustentaron un sistema bancario al hilo de la caída del anterior régimen. La mayor parte de la población dirigió sus protestas contra ellos. Las erróneas teorías que ligaban todo ello al «crimen organizado» ocultaban la realidad de un pueblo que se ha forjado en mil batallas y con una enorme tradición partisana. Una insurrección modelada por dirigentes con pasado en el maquis, con fórmulas de organización local, acceso a armamento y con una importante educación fue la clave de aquellos acontecimientos que desde Occidente no se quisieron o no se supieron analizar.

El recorrido por pueblos y ciudades del país demuestra que el mito de la «mafia albanesa» se cae por su propio peso y a pesar de que todavía se siguen dando situaciones en las que esos sectores mantienen su peso (la economía sumergida), la realidad de Albania es mucho más que eso.

El país es fruto de una rica y convulsa historia por donde han pasado pueblos e imperios, y donde se ha forjado su propia cultura y su identidad. Una población mayoritariamente joven tendrá que afrontar los cambios y los condicionamientos tanto al interior como al exterior de sus fronteras.

Con la mirada puesta en las negociaciones entre Serbia y Kosovo

Estos días muchas miradas están puestas en el posible acuerdo entre los gobiernos de Serbia y Kosovo, lo que podría transformar la región y sobre todo las expectativas de esos dos estados de cara a su entrada en la Unión Europea. Lo que hace unos años era inconcebible puede hacerse realidad, en buena medida gracias a la labor de los dirigentes serbios y kosovares, e incluso a que los estados comunitarios y EEUU parecen haber aparcado, por una vez, sus propios intereses en la región, priorizando la búsqueda de un acuerdo.

El próximo año se cumple el centenario del atentado contra el archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, detonante de la I Guerra Mundial y que abonó la tesis del «barril de pólvora balcánico», una interpretación que puede quedarse en los libros de historia. T. REKONDO

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Con una población de 3 millones de habitantes, otros seis millones (2/3) de albaneses viven fuera del país.

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