Crónica | Noche electoral en Venezuela
Miraflores cierra una noche agónica
Ea tensión de la espera en Caracas concluyó en una agridulce marcha chavista a Miraflores. El ambiente en la capital está marcado por la tensión ante el rechazo de Henrique Capriles a reconocer los resultados.
Alberto PRADILLA
«Cuanto más tiempo pasa, da la sensación de que la distancia es más chica». Pasaban las 22.00 horas (4.30 horas en Euskal Herria) y seguidor chavista vaticinaba los malos presagios en la plaza ubicada junto a la Coordinadora Simón Bolívar, en el 23 de Enero. Los miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE) llevaban ya más de una hora reunidos en la sede de la plaza Caracas y todavía no había resultados. En un primer momento se habían escuchado algunos cohetes de celebración pero conforme pasaban los minutos la situación se tensaba. Nada que ver con el ambiente registrado a esas mismas horas seis meses antes, cuando la incontestable victoria de Hugo Chávez provocó que las calles se desbordasen con una marea roja hacia Miraflores. El domingo, a última hora, el palacio presidencial era también el escenario de una gran concentración chavista. Pero los ánimos eran otros. Jorge Rodríguez, jefe del comando de campaña de Nicolás Maduro, había llamado a movilizarse ante los rumores de que el candidato opositor, Henrique Capriles, no estaba dispuesto a acatar el resultado.
En la pequeña plaza del 23 de Enero, la música acompañaba la espera, aunque los rostros eran serios. «La cosa está fea», señalaba, preocupada, Zuleika Matamoros, miembro de Marea Socialista, formación adscrita al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). A poca distancia, Maduro aguardaba el dictamen en el Cuartel de la Montaña, donde permanecen los restos del líder bolivariano. Desde las 20.00 horas, la rumorología se extendía a través de las redes sociales y los teléfonos móviles. En el este, en los colegios de Altamira, grupos de afines a Capriles seguían el mandato del aspirante de la derecha en los colegios. «No me fío de los datos que ofrezca el CNE», afirmaba Ángel Soto, que no estaba dispuesto a marcharse a casa hasta que el candidato de la MUD no diese la orden.
Para añadir dramatismo, los datos y las cifras sin contrastar que bailaban en los teléfonos móviles. También, bromas. «Hoy hemos batido récords... en el número de personas con el culo apretado», rezaba un sms que se había extendido como la pólvora. Además, grupos opositores lograban hackear las cuentas de Twitter de Nicolás Maduro y otros líderes bolivarianos para cantar fraude, lo que generó la indignación del Ejecutivo.
Pasaban unos minutos de las 23.00 horas (5.30 horas en Euskal Herria) cuando la pequeña televisión mostró la aparición de Tibisay Lucena. Respiración contenida. Nada más escucharse la cifra del 50.66% se desató una euforia agridulce. Cohetes y fuegos artificiales. En la lejanía, algún tiro al aire. Pero, sobre todo, rostros graves, que evidenciaban la certeza de que el exiguo resultado abría la puerta a la temida desestabilización. Rápidamente, Maduro inició su intervención en Miraflores. Hacia ahí se dirigía una riada roja procedente de los diferentes barrios de Caracas que celebraban la victoria. En las grandes arterias, motorizados. Y en el ambiente, incertidumbre ante el próximo paso de la derecha.