La violencia y corrupción ensombrecen a Sudáfrica a 20 años del apartheid
La masacre de mineros en Marikana, el «caso Pistorius» y las sospechas de corrupción están ensombreciendo la imagen positiva que tradicionalmente ha acompañado a Sudáfrica desde el fin del apartheid.
GARA
La muerte en agosto de 2012 de 34 mineros por disparos de la Policía en la región de Rustenburg, en el norte de Sudáfrica, y las prolongadas huelgas de mineros reprimidas en la mayoría de los casos han empañado la imagen de la Sudáfrica multiracial nacida tras el fin del apartheid. Estas protestas, junto al escándalo Pistorius y los altos índices de corrupción, han sacudido al país, pero no a su presidente, Jacob Zuma, que en diciembre fue reelegido a la cabeza del Congreso Nacional Africano y que se defiende de las críticas afirmando que las profundas desigualdades heredadas del régimen del apartheid no se solucionan en veinte años.
En febrero, el héroe de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 Oscar Pistorious, todo un referente del poder de superación personal, fue detenido por la muerte de su novia, una conocida modelo. El caso así como su relación sentimental centraron las portadas, acaparando la atención de los medios de comunicación, que aprovecharon la ocasión para retratar un país sumido en la violencia.
La violación colectiva y posterior fallecimiento a consecuencia de las heridas sufridas de una joven universitaria en India el pasado mes de marzo, puso también el foco en el alto índice de agresiones sexuales que registra Sudáfrica, donde se estima que cada 17 segundos una mujer es violada.
El propio presidente hizo un llamamiento al Parlamento para erradicar este «flagelo» a raíz de la muerte en febrero de Anene Booysen, víctima a sus 17 años de una violación en grupo. «La brutalidad y la crueldad a la que son sometidas mujeres indefensas es inaceptable y no tiene lugar en este país», subrayó Zuma en su discurso sobre el Estado de la Nación, pronunciado ante el Parlamento en Ciudad del Cabo.
Asimismo, pidió la coordinación de todas las instituciones del Estado y de la sociedad civil para luchar de forma coordinada contra la plaga de las violaciones.
A estos sucesos se suma el fallecimiento en comisaría del taxista Mido Macia, de 27 años y natural de Mozambique, que fue golpeado por agentes de Policía por haber dejado el coche mal aparcado. Los policías llegaron a esposarlo al vehículo policial y a arrastrarlo unos metros.
La corrupción es otro de los lastres de la Sudáfrica actual que ha obligado al Gobierno a anunciar «la publicación de los nombres de todos aquellos que fueron condenados por casos de corrupción y de todos a quienes el Estado congeló o confiscó sus bienes (...) para que la gente pueda saber quiénes son estas manzanas podridas de la sociedad sudafricana».
Las autoridades admiten que estas cuestiones están eclipsando los activos positivos del país, tales como sus atractivos turísticos y parques naturales, o el recuerdo del exitoso Mundial de Fútbol de 2010.
«El daño a la imagen del país a corto plazo es indudable. Estos hechos han tenido una gran cobertura mediática, aunque, en ocasiones, se han sobredimensionado y sacado de contexto. Ha habido avances, sobre todo, con respecto al índice de homicidio y número de detenciones. Pero, no se pueden obtener resultados de la noche a la mañana», considera Nomsa Mazibuko, director de comunicación de una agencia de marketing.
En este contexto, Sudáfrica afronta en las últimas semanas un intenso debate sobre el legado del apartheid y hasta qué punto es el responsable de que «nos hayamos convertido en una de las sociedad más violentas», con marcadas desigualdades sociales, según ha reconocido el arzobispo retirado y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu.
Dentro del propio Gobierno -en manos del Congreso Nacional Africano desde 1994-, existen visiones claramente contrapuestas. En opinión del ministro de Presidencia, Trevor Manuel, el Ejecutivo no debe seguir culpando al apartheid de todos los males que aquejan a la nación.
El presidente Zuma no tardó en responderle calificando de «error» tales declaraciones. «Sudáfrica es un mejor país de lo que era en tiempos del apartheid, cuyas profundas huellas en nuestra sociedad no se pueden borrar en solo veinte años», concluye.
Dos hijas de Nelson Mandela han pedido a un tribunal que retire al amigo y abogado de su padre, George Bizos - que lo defendió durante los años 60-, y a otras dos personas, el ministro de Vivienda, Tokyo Sexwale, y el exabogado de Mandela Bally Chuene, del consejo de administración de los fondos de inversión relacionados con Mandela. Makaziwe y Zenani afirman que se impusieron como directores como directores de dos fondos de inversión valorados en 1,7 millones de dólares. Ambos fondos fueron creados para manejar los ingresos de la venta de «la mano de Nelson Mandela». Esa huella de su mano se ha convertido en un icono del premio Nobel de la Paz y es utilizada como un logo que representa la mismo Mandela.
En este pleito por la gestión de la herencia de quien fuera el primer presidente negro de Sudáfrica, un nieto suyo ha amenazado con denunciar a sus tías por incluirlo sin él saberlo en esta acción legal.
El pasado día 6, Mandela, de 94 años, fue dado de alta tras diez días de hospitalización. GARA