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CRíTICA: «Alacrán enamorado»

El boxeador que se borró los tatuajes ultras para pelear

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Mikel INSAUSTI

Ya no se hacen melodramas boxísticos como «Alacrán enamorado», que de haberse ceñido por entero al ambiente del gimnasio y de los combates, podría haber sido una tardía pero genuina muestra del género. Este tipo de películas para subsistir hoy en día tienen que abrirse a otras temáticas sociales, y así el tercer largometraje del cineasta de origen africano Santiago A. Zannou combina lo pugilístico con el problema del racismo. Sin embargo, el retrato de los grupos neonazis no resulta tan verista e interesante como el de los perdedores del ya de por si decadente mundo del boxeo.

La credibilidad de uno y otro ambientes también está directamente relacionada con las interpretaciones. Álex González sorprende muy gratamente en su rol de joven pugil, logrando una química muy especial con Carlos Bardem y Hovik Keucherian como sus preparadores. La historia de amor funciona sin salir del gimnasio, que es donde el protagonista conoce a la inmigrante que allí se encarga de la limpieza, encarnada con mucha fuerza expresiva por Judith Diakhate.

Es al salir al exterior cuando la historia se resiente, ya sobre el trasfondo urbano de las bandas de jóvenes ultraderechistas. Ni Miguel Ángel Silvestre, como el influyente hermano del prota en su ideología nazi, ni tampoco Javier Bardem como el abogado fascista que financia a estos comandos, convencen. Y es sintomático que falle, precisamente, el más famoso de los Bardem, empeñado en hacer una exagerada caricatura de mafioso a lo Marlon Brando.

Cuánto más se aleja el aspirante a boxeador, bautizado por su mentor con el poderoso alias de Alacrán, de su callejero pasado político y de las antiguas malas compañías del brazo en alto, más mejora la película. Va mejorando a medida que el personaje se transforma y crece, alcanzando una meritoria autonomía forjada por el entrenamiento diario y los duros combates sobre el ring. Es la lucha propia de un deporte individual, que desoye consignas gregarias, amén de otras patrióticas y xenófobas, como esa de «la fuerza del lobo está en la manada».

 

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