NARRATIVA
Convoy de los 31.000
Iñaki URDANIBIA
El 5 de enero de 1942, un equipo compuesto por once inspectores es encargado de hallar la pista de André Pican, militante comunista de la región normanda implicado hasta las cachas en la edición clandestina de L´Humanité. Según parecía estaba refugiado en París. Un retrato se distribuyó a los policías. La redada podía comenzar, ya que, para entonces los secretas ya tenían fichados a algunos y algunas a quienes, al no conocer su identidad, los conocían como «mujer de la estación del Este», «hombre del café de las Flores» o por los nombres de las estaciones de metro por las que les veían rondar. Unos días después, el 21 de enero, fue detenido el sujeto nombrado y la redada se extendió a muchas de las personas que la policía tenía fichadas... George Politzer, su mujer Maï, Marie-Claude Vaillant-Couturier, Charlotte Delbo y su compañero George, Danielle Casanova... y no nombro más que algunos/algunas de los más célebres. Varios de los hombres nombrados fueron fusilados tras ser torturados, de inmediato, las mujeres, de todas las profesiones, en número de doscientas treinta, de toda Francia, fueron embarcadas en vagones de ganado desde París al campo de Birkeneau, extensión del campo madre de Auschwitz.
Durante los años de la ocupación, el convoy conocido con el nombre con el que encabezo este comentario fue el único que trasladó mujeres a los campos de trabajo o de exterminio; se conocía así el convoy pues las matrículas de cinco cifras que iban a tatuarles en el brazo comenzaban por 31. La operación se conocía bajo el nombre de Nacht und Nebel, Nuit et Brouillard, Noche y Niebla, y ya había sido aplicada a los resistentes varones: llevarlos a campos alemanes alejados en las tierras del Este europeo y hacer que allá se perdiese su pista. En esta ocasión, el sistema se aplicó a las mujeres resistentes, la mayoría de ellas miembros del PCF o compañeras de viaje, o simplemente algunas que habían osado echar una mano a sus conciudadanos judíos, contraviniendo las estrictas órdenes del ocupante y sus lacayos locales de Vichy.
El libro de la londinense Caroline Moorehead (1944), experimentada biógrafa, relata el viaje y la estancia de las mujeres transportadas en aquel siniestro campo. Su obra está dividida en dos partes: en la primera pueden conocerse los tiempos de la ocupación germana de las tierras francesas y la resistencia que para oponerse a ella se puso en marcha. Somos introducidos así en el ambiente de la represión, de la lucha y de la solidaridad que brotaba entre los combatientes por la libertad, algunos de ellos concienciados a raíz de la guerra civil del 36 y del trato con refugiados de tal cruzada. La segunda parte, nos introduce en el campo de Birkeneau y en el desvío de otras a los campos de Raisko y Ravensbrück, en los tiempos en que al primero de los campos nombrados llegaba el siniestro doctor Mengele.
Era tal la dureza de las condiciones de vida, de muerte, de hambre, de enfermedad, de frío y maltrato que, de las que allá fueron deportadas, solo sobrevivieron cuarenta y nueve. La infamia toma vida en las descripciones crudas que nos son dadas, brutalidades que son combinadas con conmovedoras escenas de estrecha amistad entre las víctimas; la autora recurre a testimonios de algunas de las que pudieron soportar la terrible prueba y luego ejercieron su deber de memoria, en nombre de la dignidad y con la cabeza bien alta.
El libro, no es necesario ni decirlo, tiene un gran interés y los mapas a los que se han de sumar unas fotografías familiares que nos acercan a las protagonistas y otras acompañadas de dibujos que nos conducen al escenario de la infamia con sus víctimas y verdugos (por cierto, riéndose como si estuvieran festejando la muerte de los otros), y sirve bien para homenajear a quienes supieron alzarse frente al fascismo y dieron prueba de coraje en las adversas situaciones que les tocaron padecer.