El regreso de los compañeros del metal sacudió ezkerraldea a fuego y ritmos duros
La noche del viernes Rammstein volvió a actuar en tierras vascas. Era el segundo concierto europeo de la gira «Made inGermany».
Alvaro HILARIO
En cuadrilllas, numerosas y compuestas por muchachos de coronillas clareadas, vestidos de negro, los hinchas de Rammstein eran bien reconocibles en los vagones del metro con dirección a Barakaldo. El trayecto, rodeado de ruinas industriales, nos recuerda aquellos tiempos en que los trenes de cercanías iban repletos de obreros de Euskalduna, La Naval o Altos Hornos, esos compañeros del metal que, en aquellos tiempos nuestros de tránsito de los estudios al desempleo, encontrábamos en nuestras gaupasas.
Ya no hay casi compañeros ni marchas de hierro. Ahora, es Rammstein quien, de vez en cuando, aterriza en Ezkerraldea para sacudirla. La del viernes era, después del BBK Live 2010 y del concierto del BEC en el 2009, la tercera vez que actuaban en Bizkaia.
Manteniendo el ritmo
Si bien la mayoría de los asistentes eran varones de entre 30 y 40 años, no faltaban tampoco ni las mujeres ni los padres con hijos ni las cuadrillas de adolescentes.
Lorenz, a lo Popotxo
La banda apareció envuelta de humo a los sones de «Ich tu dir weh», mientras que el cantante y frontman, Till Lindemann, bajaba al escenario subido en una plataforma que, en breve, comprobamos que era una de las tres gigantescas cruces (logo del grupo) que, junto a cuatro enormes cilindros, soportaban algunos de los juegos de luces (magníficos, por cierto), parte fundamental del espectáculo.
Este primer tema ya fijó las líneas maestras de lo que iba a ser la actuación, el show: en un escenario dispuesto en dos niveles, Tindelman, flanqueado por las guitarras, ocupaba el centro del de abajo; batería, bajo y teclados, el superior. Actitudes hieráticas y ropajes negros solo alterados por los bailecitos robóticos y el traje de lentejuelas del teclista Flake Lorenz (quizás homenajeando la capa plateada de Rick Wakeman).
Aunque, en ocasiones, cambiaban de lugar y blandían sus instrumentos como hachas y, al compás del metal, se encorvaban a lo jarkoreta, la gestualidad, las actuaciones, quedaron reservadas para Lorenz y Tindelmann: así sucedió, por ejemplo, con «Mein teil» (octava canción del repertorio, casi en el ecuador del concierto), tema para el que recuperaron el número de otras giras: Tindelmann, vestido de carnicero, intentaba abrasar con una metralleta lanzallamas al pobre Lorenz (auténtico Popotxo de Rammstein) escondido en un caldero. A continuación, otro número con gran aceptación fue la versión de «Mein herz brennt», a base de piano y voz que se marcaron.
Tú me odias
Los temas empezaban y terminaban con gran profusión de llamas, fumarolas y explosiones tremendas. Desde el fondo del pabellón se notaba el calor.
Después del recreo del piano y la voz, la intensidad del bolo empezó a aumentar: «Du rieschst so gut» y «Links 2-3-4» allanaron el camino al temazo de la noche, «Du hast» (Tú odias) que fue cantado por todos los asistentes en pie. No fue el único tema coreado: serán los éxitos del sistema educativo trilingüe de Celaá (que igual justifica el cosmopolita paletismo de poner un nombre en inglés a la feria de muestras).
Fueron 15 temas de corrido y tres de propina: «Sonne», «Ich will» y «Pussy». Hora y media de festi. Concierto calcado al del día 14 en Barcelona. Satisfacción generalizada. ¡Aguante, Rammstein!