Mikel INSAUSTI

Hasta la fecha el documental que mejor ha reflejado los peligros contaminantes del fracking en la extracción de gas del subsuelo ha sido «Gasland» de Josh Fox, pero faltaba una ficción valiente capaz de dar una mayor difusión a un problema medioambiental tan urgente. Gus Van Sant, además de ser uno de los padres del cine independiente, tiene un bien ganado prestigio haciendo películas de denuncia como «Mi nombre es Harvey Milk». Con «Promised Land» traslada su experiencia en ese campo al manifiesto ecologista, tan necesario en los Estados Unidos donde las multinacionales de la energía agotan sin miramientos los recursos naturales, envenenando el agua y arruinando a las comunidades rurales que vivían tradicionalmente del campo y la ganadería.

Animado por tan buena causa, Matt Damon ha vuelto a colaborar en el guión con Gus Van Sant, tal como ya lo había hecho en «El indomable Will Hunting» y «Gerry», adaptando esta vez una idea argumental del escritor y mecenas literario Dave Eggers. El actor asume también el protagonismo de la función, dando vida al representante de la compañía de gas que llega a un pueblo de Pensylvania para engañar a sus habitantes y hacer que malvendan sus tierras. Con lo que no cuenta el confiado forastero es con la inesperada oposición local de un viejo profesor de ciencias retirado, interpretado por el mítico Hal Holbrook de forma memorable.

Como Gus Van Sant no está haciendo un documental no necesita mostrar al espectador los efectos dañinos del fracking, sino que le basta con destapar el modo de actuación de una compañía que es capaz de utilizar un método de extracción de gas tan destructivo para el ecosistema. Esa misma falta de escrúpulos para con las reservas del planeta, es la que lleva en la película a sus ejecutivos a mentir y manipular a la opinión pública, con tal de conseguir los ventajosos contratos de propiedad allá donde van. Llegan incluso a comprar voluntades para eliminar posibles obstáculos, dentro de una legalidad siempre permisiva.