El Sadar acoge el último derbi de la temporada. Previsiblemente apasionante, por disputado, sobre el césped y en la grada. Como es habitual, por otra parte. Pero con necesidades por ambos bandos que convierten en secundaria la pelea por la honrilla inherente a este tipo de enfrentamientos.

Tanto Osasuna como Real afrontan el choque con mayores necesidades que esa. Y ahí acaban las similitudes entre ambos. Porque mientras los rojillos necesitan los tres puntos para escapar de la amenaza del descenso que les persigue desde que arrancó el curso, la escuadra donostiarra -algo más tranquila, lo que puede jugar a su favor, porque no se moverá del cuarto puesto suceda lo que suceda esta jornada- quiere la victoria para acercarse aún más al ansiado regreso a Champions League.

Diferencias lógicamente relacionadas con las que también se dan en el ánimo y la trayectoria con los que llegan ambos conjuntos a la cita. Forzosamente tocado e indudablemente negativa los de los rojillos, que solo han celebrado una victoria en las seis últimas jornadas y que en los últimos tiempos se están mostrando especialmente aciagos en su estadio, donde han sufrido tres derrotas consecutivas. Espectacular, ánimo y trayectoria, en lo que concierne a los donostiarras, que se permiten el lujo de ganar disfrutando gracias a la confianza que dan siete jornadas en positivo y una posición en la tabla envidiable.

En estado de gracia

Un equipo que, como reconocía ayer José Luis Mendilibar, lo hace prácticamente todo bien. «Todo el mundo habla de su ataque, de la velocidad, pero últimamente también están seguros en defensa, en estrategia tampoco les hacen gol... Roban el balón en campo contrario y te hacen daño -ensalza el técnico-. Es prácticamente el mismo equipo que el año pasado, pero se han consolidado con la juventud que tienen, habrán perfeccionado con el míster el estilo de juego y ahí se ve en los resultados y en lo convencidos que están en todo lo que hacen».

Un convencimiento que es más difícil de exigir cuando los resultados no acompañan. Es el caso de Osasuna, que llega a la cita obligado a ganar, para no convertir el último mes y medio de competición en una agonía. «¿Presión? Los cinco que están detrás se cambiarían ahora mismo por nosotros», aseguraba Mendilibar, aunque admitía que «tampoco nos podemos conformar con eso. Sabemos que tenemos que puntuar y ganar, es así». No solo por una cuestión matemática, sino por la confianza que dan los resultados, esquivos para el cuadro navarro en los últimos partidos. «Aunque la situación al final sea la misma, prefiero que ganemos nosotros y todos nuestros rivales, que perder nosotros y también todos los demás. Porque hay que jugar con todo y la cabeza hace mucho -subrayó-. Ganar te da confianza y te hace creer en lo que haces, estar convencido de lo que haces. Perder, aunque los demás también lo hagan y mantengas las distancias, no es bueno nunca. Para el jugador y para el grupo, sería muy bueno ganar porque ganas a un muy buen equipo y ya te planteas el ir fuera a casi salvar la categoría ganando. Das pasos muy grandes en este partido».

Para conseguirlo, Osasuna necesitará saltar al campo más espabilado de lo que viene haciéndolo últimamente. Entrar con el cuchillo en los dientes. «Tenemos que jugar en campo contrario siempre. Sobre todo en casa. No podemos estar defendiendo y sin poder salir de nuestro campo». Sobre todo ante un rival en estado de gracia pero que vendrá «muy mentalizado, sabiendo que aquí lo van a pasar mal. Nosotros tenemos que hacer lo mismo. Si tenemos esa misma disposición, ganaremos», auguró el entrenador.