La reacción de EEUU ante sucesos como el de Boston
Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista
Sin minimizar la gravedad del indiscriminado atentado en Boston, seguido del envío de cartas con veneno a, entre otros, el presidente Obama, sorprende la desmesura de las reacciones de EEUU -y por seguidismo de sus aliados- ante este tipo de hechos, nada ajenos a veces a su intrincada intrahistoria.
No me refiero a la manida aunque justificada denuncia sobre la existencia de muertos de primera y de segunda. El mismo día morían en atentados más de 50 iraquíes, cuya vida (y muerte) pasó prácticamente desapercibida frente a las tres víctimas mortales en el maratón.
Para tranquilidad de sus ciudadanos y alegría de todos, EEUU no es Irak ni Aganistán (aunque Washington sea el principal responsable del drama en esos países).
Tampoco voy a debatir sobre la responsabilidad de EEUU a la hora de evitar ataques extranjeros, entre los que el 11-S fue el más sangriento y sobrecogedor.
Lo que ha quedado en evidencia esta semana es que un atentado con dos ollas a presión y unas cartas con ricina son capaces de condicionar totalmente el devenir político y mediático de una potencia como la estadounidense. Por de pronto, el proyecto para regularizar a millones de inmigrantes ha quedado suspendido de un hilo y las expectativas en torno a una nueva ley para controlar algo las armas se han desinflado como un globo.
Ya sé que EEUU no es Noruega y que es excesivo pedirle una reacción similar a la que tuvo Oslo tras la terrorífica matanza de Utøya. Sí quizás un poco más de mesura. Porque las reacciones histriónicas suelen ser síntomas de debilidad. Disfrazada de fortaleza, pero debilidad.