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Ciber

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Carlos GIL | Analista cultural

Desconfío de la ciber cultura. Todo lo que es tecnología está realizado por el ser humano. Son hombres y mujeres los que diseñan las máquinas y herramientas con las que nos abduce la idea de un progreso muy poco progresista. Lo nano. Las posibilidades infinitas del silicio. La inteligencia artificial no es otra cosa que una borrachera tecnológica con consecuencias incalculables para el desarrollo de la humanidad. Pero detrás no hay dioses ni superdotados. Son unos centenares de mujeres aplicadas y hombres disciplinados jugando con el conocimiento acaparado por la historia y puesto al servicio de la industria, los militares, la medicina y los artistas.

Se están celebrando conciertos de obras compuestas por una máquina. Parece una noticia apocalíptica, pero se trata de la constatación de una verdad empírica: no existe el duende, ni las musas, ni el genio creativo. Se le introduce a una máquina dos o tres parámetros y se le da al enter para que las memorias almacenadas elaboren de manera automática una sinfonía. ¿Es esto progreso? ¿Es esto arte?

Los correctores, los programas de tratamiento de texto nos han condicionado nuestra manera de escribir. Y de pensar. Quizá los libros de gran consumo se estén escribiendo con tecnología puntera. Una idea menor, cuatro temas de moda, unos toques de sexo y algo de misterio. En un rato la máquina te propone la novela ya estructurada. Le quitas y pones cuatro adjetivos, dos localismos y un detalle indetectable y ya estás para ir a firmar libros a las ferias de las industrias de las vanidades.

Se buscan manuscritos, pinturas imperfectas, inteligencia emocional para cantar la epifanía de otro Renacimiento.

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