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Josu MONTERO Escritor y crítico

Pie

Si dentro de ti no hay tempestad, tu vida es una mierda», afirmó una vez Antonio Lobo Antunes, que estuvo el domingo en Bilbo cerrando el VI Festival Internacional de las Letras. También ha comparado el acto de escribir con el de hacer el amor: «Es casi una lucha carnal, tienes también que apretar y abrazar». Una familia conservadora obligó al joven Lobo a estudiar medicina -su padre era un afamado neuropatólogo-, pero desde niño tenía clara su vocación; sobre todo desde que a los 15 años escribió entusiasmado a Cèline tras leer «Viaje al final de la noche», e inesperadamente éste le respondió, cálido y agradecido. Su primer destino profesional fue la unidad de niños terminales de un hospital lisboeta; uno de los primeros días falleció de leucemia un crío de 4 años: «El enfermero lo envolvió con una sábana mientras en el pasillo yo lloraba. Pasaron junto a mí y el pie del niño sobresalía de la sábana. Entonces supe que tenía la obligación de hablar por ese pie, por los que no han tenido voz». Eso son sus novelas: galerías de voces.

Luego vino la pesadilla de la guerra de Angola, en donde, al menos, se fraguó la Revolución de Abril, la de los claveles, la revolución traicionada, en la que Lobo participó y sobrevuela sus primeras novelas. Nunca se llevó bien con Saramago. «Cuando te dan un premio, has de pensar qué has hecho mal». A pesar de su vasta y ambiciosa obra narrativa, Lobo afirma que escribe por las mismas razones que un manzano da manzanas, y que cuando inicia una nueva novela nunca sabe adónde se dirige, es más, suele estar convencido de que naufragará. «Me interesa saber quiénes somos y cómo vivimos. A veces pienso que somos casas muy grandes, con muchas habitaciones, y que los buenos libros son los que te abren las puertas, otras ventanas y otras habitaciones en las que no estamos habituados a vivir».

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