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Atribuyen a las intensas lluvias el aumento de los terremotos en Nafarroa

Las cuantiosas lluvias caídas durante los últimos meses serían uno de los motivos del incremento de la sismicidad en Nafarroa, según expuso ayer en el Parlamento foral el experto Antonio Aretxabala.

GARA | IRUÑEA

Antonio Aretxabala, profesor de Geomorfología y Geotecnia de la Universidad de Navarra y delegado del Colegio Oficial de Geólogos, compareció ayer en comisión parlamentaria para explicar los motivos que, a su juicio, han hecho aumentar la sismicidad en los últimos meses, con un terremoto el pasado sábado que alcanzó los 4,2 grados en la escala Richter y epicentro en la sierra de Erreniega.

Aretxabala indicó que las cuantiosas lluvias en lo que va de año han jugado un «papel muy importante» en los movimientos sísmicos y destacó que vienen produciéndose desde mediados de febrero.

En marzo se produjeron algunos terremotos de «rangos respetables»; concretamente, el 23 de marzo se registró uno de 4,1 grados con epicentro en Etxauri, que liberó aproximadamente la misma energía que la bomba atómica de Hiroshima.

Aretxabala apuntó que se produce un «comportamiento extraño» o «peculiar» de la sismicidad en Iruñerria, donde se registran «enjambres sísmicos» y brotes de terremotos «enigmáticos» que no se ajustan a las fallas conocidas.

Cuarenta estudios

El geólogo explicó que existe una teoría sobre la influencia del clima en la sismicidad, que es algo «heterodoxa» aunque cuenta ya con el respaldo de cuarenta estudios, uno de ellos de su autoría, en colaboración con un especialista del CSIC, que será presentado próximamente.

Esta teoría concluye que los terremotos en zona «intraplaca», como ocurre en el caso de Nafarroa, podrían deberse a una «hidrosismicidad» vinculada a los ciclos climáticos. En este sentido, Aretxabala consideró que las intensas precipitaciones del invierno han provocado que las sales del terreno se disuelvan por la acumulación de agua, lo que tiene un efecto similar al de «engrasar» las fallas.

Tras resaltar los numerosos deslizamientos de terrenos y caídas de muros que se han producido durante este invierno y parte de la primavera, el geólogo se mostró convencido de que «el agua está jugando un papel muy importante».

Apuntó también a la existencia de una «sismicidad foral», caracterizada por tener unos ritmos «más amplios» de lo habitual, aunque cada diez años se produce un movimiento «importante» y cada veinte, uno «moderado».

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