Alguien atraviesa el océano, desde el otro mundo, para presentarse ante tu hogar y decirte: «Quiero tu película». A veces ocurre, la suerte llega hasta tu puerta, pero casi nunca encarnada por Chris Marker. «Chris Marker golpeó la puerta de mi casa en Santiago de Chile en mayo de 1972. Al abrirla, me topé con un hombre muy delgado que hablaba un castellano con acento marciano. `Soy Chris Marker', me dijo. Yo me moví unos centímetros hacia atrás y me quedé mirándole sin decir nada. Por mi cabeza desfilaron algunas imágenes de su película `La Jetée', que yo había visto por lo menos unas quince veces. Nos dimos la mano y yo le dije: `Adelante'. `He venido a Chile con la intención de filmar una crónica cinematográfica', me confesó. Yo estaba muy nervioso sentado delante de él, mientras mi esposa le ofreció una taza de té que él aceptó enseguida. `Como usted ya la ha hecho (`El primer año'), prefiero comprársela para exhibirla en Francia'». Patricio Guzmán nos contó su primer encuentro con el recientemente fallecido cineasta francés en el seminario organizado por Ganora Filmak en Donostia. El resto de su historia en común forma parte ya de la Historia del Cine. El recorrido audiovisual de Guzmán, gracias a Marker, es un ajuste de cuentas con la memoria de las gentes de su país, además de habernos dejado pedazos extraordinarios de vida retratados en sus películas. Momentos pequeños que hubiesen pasado inadvertidos si él no se hubiera empeñado en perseguirlos. Generoso como cineasta y profesor, habla y regala sabiduría. Y estés o no de acuerdo con lo que plantea, sus palabras estimulan la discusión en torno a los modos de hacer cine. Su memoria es ahora un poco nuestra.