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Iker Casanova Alonso | Escritor

¿Involución?

En las últimas semanas el PP ha puesto en circulación, con el respaldo de la potente maquinaria del Estado, la tesis de que la izquierda abertzale y EH Bildu están inmersos en un proceso de involución política. «Han vuelto a actitudes del pasado», nos dicen una y otra vez. El capítulo inicial de esta campaña, escenificado en el parlamento de Gasteiz el 13 de marzo, deja bien claro que no se trata de una respuesta a un cambio de actitud real de dichos sectores políticos sino de una estrategia premeditada para aparentar que ese cambio se ha dado. Aquel día el PP recibió con una histriónica escandalera unas manifestaciones sobre los presos y el conflicto político absolutamente coherentes con el discurso habitual de EH Bildu, con las que se podía disentir pero que en ningún caso suponían una novedad y menos aún una involución.

El PP ha dado continuidad a esta estrategia, crecido ante la sumisión de PSOE y PNV. Poniendo una vez más en marcha las técnicas de Goebbels, la mentira se ha repetido miles de veces y con las más variadas excusas: recibimientos, mociones, pintadas... La sensación de que la izquierda soberanista ha iniciado un proceso de involución ha ido calando en amplios sectores de la opinión pública. El siguiente paso ha sido poner de nuevo sobre la mesa el fantasma de la ilegaliza-ción. Ante la distancia entre esta agresiva táctica y los trascendentales cambios acaecidos en la sociedad vasca en los últimos tiempos cualquiera estaría tentado de afirmar que el PP no se ha enterado de nada. Pero en el PP sí se han enterado, lo que pasa es que no les gusta.

La situación socioeconómica en el Estado español es insostenible: un déficit del 10'6%, un paro del 27%, una previsión de descenso del 1'5% del PIB en 2013... La corrupción alcanza niveles inéditos con el estallido del caso Bárcenas, que es la punta del iceberg de los más de 1600 casos de corrupción que colapsan los juzgados españoles. Las encuestas sitúan al PP en un franco desplome, ubicando la más reciente sus expectativas de voto en torno al 24% (en 2011 obtuvo el 44%). Tan solo le libra del colapso la situación comatosa en la que se halla el PSOE liderado por un Rubalcaba convertido en un auténtico cáncer para los suyos.

La situación del PP en Euskal Herria tampoco es buena. En Nafarroa la derecha españolista atraviesa un momento crítico y sólo se sostiene en el gobierno por el apoyo incondicional y suicida del PSN. El PP vascongado está en los niveles electorales que tenía el dúo UCD-AP en los años 80, los más bajos de su historia. Entre 2001 y 2012 ha perdido 200.000 votos y ha pasado de 19 a 10 escaños. En las autonómicas de 2012 fue cuarta fuerza política en Araba, el herrialde en que es más fuerte. Y el desplome de sus perspectivas electorales en el Estado afectará también a la filial vascongada. Podemos hablar de un debilitamiento en términos estructurales del proyecto de la derecha española en nuestro país. Es en este contexto de extrema debilidad del PP donde debemos situar su ofensiva, dialéctica y represiva, contra la izquierda soberanista. El PP tiene tres objetivos: tapar su merecida imagen de partido corrupto e incompetente; focalizar el debate en términos de conflicto, donde está más cómodo; y tratar de buscar una reacción por parte de la izquierda soberanista en términos de acción o de discurso enmarcada en los parámetros del anterior ciclo político, es decir, provocar realmente una involución.

La izquierda abertzale no está en ningún proceso de involución, ni siquiera se ha frenado en su movimiento permanente para consolidar el nuevo escenario político. La izquierda abertzale ha realizado sostenidos esfuerzos, con palabras y con hechos, a favor de un escenario de paz y democracia para nuestro país. Para ello ha variado algunas de sus posiciones históricas, ha modulado su discurso y ha asumido valientemente nuevas actitudes en un proceso complejo y no exento de contradicciones y dificultades. Frente a esta clara voluntad de moverse y avanzar que ha producido enormes resultados, entre los que destaca la histórica decisión de ETA de poner fin a su actividad armada, el resto de partidos adopta una actitud torpe y cicatera, que en algunos casos sí puede calificarse con propiedad de involución.

El Pacto de Ajuria Enea proclamaba que: «Si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad de poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia...». Este punto fue ratificado literalmente por un acuerdo del Parlamento español de mayo de 2005, que respaldaba la apertura de un proceso de diálogo entre el gobierno y ETA. En la declaración de Aiete se decía: «instamos a los gobiernos de España y Francia a (...) iniciar conversaciones para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto (...) Sugerimos que los actores no violentos y representantes políticos se reúnan y discutan cuestiones políticas así como otras relacionadas al respecto, con consulta a la ciudadanía, lo cual podría contribuir a una nueva era sin conflicto».

Los tres documentos, y otros de un tenor similar, fueron respaldados por PNV y PSOE. ¿Tienen algo que ver estas declaraciones con la exigencia a la izquierda abertzale de dar nuevos pasos cuando la finalización de la lucha armada es definitiva? ¿Por qué el PNV y el PSOE no se comprometen con el proceso de paz?, ¿Quién está sumido en un proceso de involución? Flaco favor le hacen a la convivencia y a la libertad de este país quienes desde mezquinos intereses partidistas están secundando la estrategia del PP, minusvalorando los trascendentales pasos dados por la izquierda abertzale y disculpando la tremenda irresponsabilidad del gobierno español. Bismarck dijo que un político piensa en las siguientes elecciones y un estadista en la siguiente generación. Nos sobran políticos, y además de los malos, y nos faltan responsables con altura de miras. PNV y PSOE deberían dejar de preocuparse por la amenaza electoral de EH Bildu y pensar, al menos por una vez, en términos de país y de futuro.

«A enemigo que huye puente de plata», dice el adagio. Si el Estado creyera que la vía emprendida por la izquierda abertzale es beneficiosa para sus intereses todo serían facilidades, recompensas y elogios. Sin embargo nos encontramos con todo lo contrario: acoso, ataques e intentos de hacer descarrilar el proceso. El Estado teme mucho más el escenario hacia el que avanzamos que aquel de donde venimos. Y mientras la línea oficial se mantiene aún en el hostigamiento y el inmovilismo, su sector duro reclama abiertamente, como ha hecho recientemente Mayor Oreja: «dar marcha atrás al proceso de paz con ETA (...) hasta que no seamos capaces de invertir lo que se puso en marcha irresponsablemente y de manera suicida en España a través de ese proceso, no estaremos enfocándolo correctamente». La brutal sinceridad de quien reclama la vuelta a la guerra solo denota la constatación de que el camino emprendido en compañía de cada vez más sectores sociales contiene el germen de la libertad para nuestro pueblo. Por eso tratan, estérilmente, de provocar una involución o una ruptura interna que no van a llegar.

Habrá más ataques, pero la apuesta por la acción política a través de vías democráticas y pacíficas es irreversible. Debemos responder a esos ataques con firmeza pero con serenidad e inteligencia, revirtiendo el coste de la represión sobre el Estado, como han hecho los jóvenes del Askegune. Debemos tener madurez para no caer en provocaciones y perspectiva histórica para evitar urgencias cortoplacistas. Además la izquierda abertzale debe continuar dando pasos unilaterales. Pero esos pasos no se darán intentando buscar una contrapartida inmediata por parte del Estado en materias sensibles, que terminará llegando, sino para facilitar el trabajo en la dirección verdaderamente estratégica: el fortalecimiento y activación de la mayoría social que demanda un marco político democrático. Nos seguiremos moviendo para propiciar nuevas alianzas, ganar credibilidad, activar sectores aún pasivos... No es hora de mirar a Madrid sino a la sociedad vasca. De la misma manera que no permitimos que el bloqueo del Estado a la hora de resolver la vertiente armada del conflicto impidiera dar los pasos necesarios para la construcción de la gran alianza de izquierda soberanista hoy vigente, tampoco podemos permitir que el actual inmovilismo del Estado impida seguir acumulando fuerzas para el establecimiento de un marco democrático en Euskal Herria.

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