Ya ha pasado año y medio desde que la Conferencia Internacional de Donostia concluyera con la Declaración de Aiete y tuviera como prórroga la histórica decisión de ETA de cesar definitivamente la lucha armada. No obstante, todavía hoy no hay un lenguaje político consensuado entre las fuerzas mayoritarias para referirse al proceso abierto en Euskal Herria.

Pero lo que resulta sorprendente es que tanto PNV como PSE coincidan en reprochar a la izquierda abertzale el que no se esté avanzando en ese proceso al ritmo que desea la mayoría de la ciudadanía vasca.

Andoni Ortuzar aprovechó ayer un acto político en el batzoki de Lekeitio -donde hace unos días aparecieron unas pintadas criticando al PNV y a la Ertzaintza por su actuación respecto a los jóvenes de Aske Gunea- para poner en solfa el compromiso de la izquierda abertzale.

Según recogió la agencia Efe, el presidente del EBB preguntó a la izquierda abertzale «dónde están los nuevos tiempos» prometidos en los que «sólo abrazarían la política y huirían de la violencia». Y su respuesta fue que, con las pintadas en algunos batzokis -también hizo referencia al lanzamiento de un cóctel molotov contra una sucursal bancaria de Zornotza registrado la madrugada anterior-, esa fuerza política está demostrando que «el matonismo» continúa «siendo una de sus formas de hacer política».

Aludiendo a los ocho jóvenes donostiarras detenidos y encarcelados por su labor política en Segi, el líder jeltzale destacó que la izquierda abertzale «no fue a protestar delante de los juzgados, ni en el Gobierno Civil», sino que lo hizo en los batzokis. «Si no servimos para nada, si no ayudamos en el proceso de paz, si somos una rémora para este país, que nos dejen en paz, que no nos ataquen», se quejó.

Inmovilismo

Patxi López, por su parte, dijo que en las últimas semanas observa «con perplejidad» algunos hechos de dirigentes de «la antigua Batasuna» que «nos retrotraen al pasado». El líder del PSE hizo estas declaraciones en el acto que conmemoró el 26º aniversario del ataque con cócteles molotov a la casa del pueblo de Portugalete, en el que murieron dos militantes de este partido.

«[Hacen] reflexiones en los tribunales de París para apoyar a los máximos dirigentes de la banda, funerales de etarras que acaban convirtiéndose en auténticos akelarres terroristas o palabras en sede parlamentaria justificando los más terribles asesinatos de ETA». Y, en tono irónico, añadió: «Luego somos los demás los que volvemos al pasado; ellos no, ellos nunca; pero no vuelven porque algunos parece que siguen instalados ahí y no hay manera de sacarlos».