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CRíTICA: «Fènix 11-23»

Los peligros de traducir «Harry Potter» al catalán

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Mikel INSAUSTI

Hay que protestar una vez más por los problemas de distribución que esta sufriendo «Fènix 11-23», por el mero hecho de ser una película catalanista. Y eso que ni es un panfleto, ni tampoco se puede calificar de cine militante, ni mucho menos. Lo grave es que los sucesos que se denuncian ocurrieron en el 2004, y se da la circunstancia de que casi diez años después la versión cinematográfica está siendo objeto de una persecución parecida a la que sufrió el propio protagonista en la vida real.

Es de sobra conocido que la Audiencia Nacional española le pedía a Èric Bertran ocho años de internamiento en un correccional de menores, ya que cuando fue denunciado tenía tan solo 14 años. Su único pecado, si es que se puede calificar de tal, fue vivir el nacionalismo catalán con la ingenuidad de un adolescente. Dado el tratamiento dentro de la ley antiterrorista que tuvo para con él el Estado, no cabe sino decir que la administración central incurrió en un flagrante caso de abuso de menores.

Del supuesto radicalismo del chaval habla a las claras su decisión posterior de afiliarse a Convergencia, y, sin embargo, nunca faltarán españolistas dispuestos a tildarle de elemento subversivo o peligroso, a cuenta de todas esas tonterías del ultraje a la bandera y demás actitudes que no pasan de folklóricas.

La dialéctica represiva de quienes hablan castellano hacia cuantos se expresan en catalán está magistralmente resumida en la secuencia del careo entre la juez encarnada por esa gran actriz que es Ana Wagener y el Èric de la ficción, tratando de convencer al acusado contra su voluntad de que es español, y estableciendo para ello absurdas conexiones entre el joven lector de «Harry Potter» y ETA, todo a cuenta de una misiva a una cadena de supermercados para pedir el etiquetado de sus productos en catalán, considerada por la fiscalía como amenazante.

El actor Joel Joan dirige muy bien al estelar Nil Cardoner, consciente en todo momento de que está haciendo una película sobre la adolescencia, dentro de la cual el conflicto lingüístico aparece como un motivo más de rebeldía generacional.

 

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