GARA > Idatzia > Ekonomia

ANÁLISIS | POLÍTICAS ANTI-CRISIS

Sobre la austeridad

Los autores realizan un largo camino para demostrar que «la realidad es que la austeridad no está sirviendo para un adecuado saneamiento de economías sobredimensionadas por la inflación financiera previa a la crisis». Dicen que obedece a una estrategia política.

p020_f01.jpg

EKAI Center

Por supuesto, todo el mundo está a favor de la austeridad si por austeridad se entiende sanear una economía que, como la de Europa y EEUU, ha vivido alimentada por el sobreendeudamiento, en la medida en que, como es habitual, este sobreendeudamiento genera inversiones mal orientadas o gastos innecesarios o excesivos. El problema es que las actuales políticas de austeridad van más allá y no solo están intentando detraer del gasto público y del nivel de vida de los ciudadanos europeos y americanos los gastos «excesivos» para nuestro nivel tecnológico y productivo. Se está intentando además detraer recursos para hacer frente al pago de la deuda acumulada y, por último, para compensar el coste de los interminables rescates bancarios. El primer concepto de ajuste parece correcto desde el punto de vista de la teoría económica. Los dos últimos son producto de una opción política.

Devolver las deudas es lo que procede, tanto desde una perspectiva ética como de lógica económica, en situaciones normales. No debe devolver las deudas quien para hacerlo tenga que dejar morir de hambre a sus hijos. Por las mismas razones, tampoco debe intentar devolver sus deudas la empresa que para ello deba cerrar una actividad viable. O el país al que la devolución de la deuda le supone destruir su aparato productivo o su cohesión social. Para todos estos casos están previstos los distintos procedimientos concursales o de quiebra, que tienen como objetivo, en tales supuestos, pagar lo que razonablemente se pueda sin poner en peligro a ciudadanos, tejido productivo o tejido institucional.

Intentar devolver la deuda acumulada por los Estados occidentales es, en sí mismo, una barbaridad. Cuando la deuda global en Occidente se sitúa en entornos cercanos al 300% del PIB, intentar dar la vuelta a la crisis económica, recuperar la competitividad y, a la vez, devolver la deuda acumulada, es misión imposible salvo que, con suerte, consigamos evitar el colapso a cambio de prolongar el período de desapalancamiento durante 10, 15 ó 20 años.

Pero si a ello le añadimos los recursos destinados al rescate bancario, entonces ya nada tiene sentido. El esfuerzo de saneamiento en el ámbito presupuestario se descompensa a la vez con una alimentación artificial del sector financiero por vía presupuestaria y monetaria. El desapalancamiento privado se sustituye por apalancamiento público y, finalmente, ninguno de los objetivos de las políticas de austeridad se consigue, como estamos comprobando en este momento.

El escasísimo avance conseguido durante los últimos años en el proceso de desapalancamiento en la deuda privada en el conjunto de la Unión Europea está sobrecompensado por el incremento en el endeudamiento público. El incremento del endeudamiento público en la eurozona -cercano a un 25% del PIB- ha superado con creces la reducción del endeudamiento privado -cercano al 5% del PIB-.

Añadamos a esto que, según las estimaciones más conservadoras, las ayudas directas de los gobiernos de la UE a las entidades bancarias durante la crisis pueden situarse en cerca de un 25% del PIB de la Eurozona, y tenemos en conjunto el cóctel perfecto de una estrategia sin sentido y que asegura un desastre a medio plazo.

La realidad es que la austeridad no está sirviendo para un adecuado saneamiento de economías sobredimensionadas por la inflación financiera previa a la crisis. Al contrario, si algo se ha intentado «sanear» son, estrictamente, las cuentas de resultados de las grandes entidades financieras. Aunque, en realidad, apenas se ha conseguido otra cosa que evitar el estallido de las mismas. La situación de la gran banca europea y EEUU es, en este momento, tan peligrosa como en 2007.

La pregunta es si estas grandes cifras, aparentemente tan claras, no son percibidas por los grandes impulsores de las políticas de austeridad en Europa: los gobiernos de los países industriales avanzados, el Eurogrupo o la Unión Europea. La respuesta es, evidentemente, afirmativa. Solo los líderes políticos de segundo nivel -y algunos expertos con un cierto despiste- creen en lo que supuestamente pretenden estas políticas. O mejor dicho, solo ellos creen que su verdadero objetivo sea el que una y otra vez se proclama de corregir gastos excesivos, sanear administraciones derrochadoras, etc.

El objetivo fundamental de estas políticas es detener las políticas de los países de la periferia europea que -como consecuencia de la sumisión de sus responsables políticos al sistema bancario- estaban generando un desorbitado flujo de recursos hacia la banca -disparando los déficits públicos y la deuda pública- y que iba a terminar destruyendo también la economía de los países industriales avanzados. Y, a la vez, clarificar las contrapartidas de los costes de la mutualización de la deuda en el marco de la Eurozona, dejando claro hasta dónde pueden o están dispuestos a llegar los países avanzados y a partir de qué momento todos deberán empezar a plantearse la necesidad de cuestionar la unidad monetaria europea.

La estrategia europea de austeridad es una estrategia defensiva destinada a salvar la economía real europea a la espera de que el sistema financiero central vaya cayendo por sí solo o, si se prefiere, no tenga más remedio que irse reestructurando sin ayudas externas, evitando a la vez un enfrentamiento directo con el mismo, enfrentamiento que, en los años 2008 y 2009, se intentó y acabó considerándose políticamente inviable.

Mientras tanto, los costes de estas estrategias de austeridad para la economía real (gobiernos, empresas y familias) en los países periféricos están siendo enormes. Pero sensiblemente más limitados de lo que serían si se abrieran las puertas de los presupuestos públicos y del Banco Central Europeo para nuevos rescates masivos del sistema financiero central como otras estrategias plantean. Estas políticas terminarían arrasando la economía real de los países periféricos y, a continuación, también la de los países industriales avanzados.

Las estrategias de austeridad, en el fondo, tienen poco que ver con un objetivo de mero saneamiento de las economías periféricas europeas. Se equivoca de pleno quien piense que estas estrategias son el resultado de un empecinamiento conceptual de determinados líderes políticos europeos, que se adhieren obsesivamente a determinadas teorías económicas. Al contrario, se trata de una estrategia netamente política. Una estrategia de resistencia, de corredor de fondo y, probablemente, una estrategia destinada al fracaso, también por razones políticas.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo