CRíTICA: «El método Arrieta»
Las hermanas que enseñan a comunicarse con los ojos
Mikel INSAUSTI
En el cine son muchos los autores que no se conforman con utilizar el medio para expresar algo, y ya está, sino que además intentan reflexionar sobre el propio lenguaje. «El método Arrieta» de Jorge Gil Munarriz es de las películas que más lejos llegan en esa dirección, porque presenta un indagador estudio sobre el potencial comunicador de la mirada. A menudo resulta que no hay nada como tener la nevera medio vacía para improvisar e inventarse un nuevo plato con tan solo dos o tres ingredientes, y a las hermanas Arrieta les tocó aprender a comunicarse entre ellas con lo único que tenían a mano disponible al cien por cien, y que eran sus ojos.
De la necesidad surgió un nuevo método, válido para todas aquellas personas con dificultades de movilidad y en el habla. A medida que ellas luchaban por transmitir al mundo su valiosa experiencia personal, la tecnología iba avanzando, seguramente a más velocidad. La conclusión que saco, después de ver su emocionante película, es la de que no deben sentirse frustradas o desengañadas por la mayor o menor aceptación de su método, puesto que han conseguido enseñarnos todo lo que nunca podremos aprender de una máquina.
Me quedo con la realidad, maravillosamente poética, de que Lourdes ha sido capaz de enamorar a otro ser con sus expresivos ojos, a través de los cuales supera las barreras físicas para rescatar un rico mundo interior que se ha desvivido por sacar fuera desde su niñez, cuando creía que se iba a volver loca encerrada en si misma. A Mentxu se la ve más independiente, con un humor chaplinesco que la hace genial. Ella es la pieza fundamental dentro del documental, creativamente hablando. Asiste a un curso de realización impartido por Juanmi Gutiérrez, y que da lugar a un cortometraje autobiográfico, del cual se extrae la parte dedicada a la terapia familiar.
Los recuerdos de infancia, que constituyen el sustrato más doloroso de la historia, son integrados en la narración mediante un montaje muy esclarecedor que dota de vida propia a las viejas fotografías en blanco y negro con escenas de playa o de comunión. Aquellas niñas tenían superpoderes ocultos.