ZIENTZIA
Seaorbiter, un nuevo hito en la conquista del espacio...submarino
Se podría confundir con una nave alienígena al más puro estilo Star Trek. O mejor aún, con una versión del «Nautilus» imaginado allá por 1868 por el visionario Julio Verne en «20.000 leguas de viaje submario». Pero, en realidad, no es ni una nave espacial del futuro ni un submarino. Se trata de un proyecto de laboratorio oceanográfico semisumergido, una embarcación de tecnología punta concebida por otro visionario también francés, el arquitecto Jacques Rougerie. Y comenzará a construirse a finales de este mismo año.
GARA
Los mares cubren dos terceras partes de la superficie de la Tierra. Curiosamente, el ser humano solo ha llegado a explorar el 10% de ese espacio y se estima que el 85% de la biodiversidad marina nos es aún desconocida. Jacques Rougerie pretende que esto cambie con su futurista estación oceanográfica.
En declaraciones a «The Times», el propio Rougerie calificaba el proyecto SeaOrbiter como una herramienta esencial para la exploración del medio marino y como una base útil para el estudio de las interrelaciones entre el calentamiento global y los océanos, que son responsables de la absorción de una parte importante de los gases causantes del efecto invernadero.
Una vez completada la fase de diseño industrial, en noviembre próximo comenzará su construcción. «Todos los problemas técnicos ya se resolvieron, todo el modelaje está acabado», decaró a la cadena CNN Ariel Fuchs, director ejecutivo del proyecto. «Conseguimos apoyo institucional e industrial hace cinco o seis años y ha sido un proyecto institucional y financiero real desde hace dos años».
La idea había sido presentada hace doce años y fue pieza central del pabellón francés de la Expo 2012, en Yeosu, Corea del Sur, que estuvo dedicada a los mares.
Concebida, según sus promotores, como una plataforma para la ciencia, la educación y la difusión de conocimientos, SeaOrbiter es una embarcación oceanográfica dotada de la tecnología mas avanzada para la investigacón del medio marino. Puede albergar a una tripulación de 22 miembros altamente cualificados y entrenados para poder llevar a cabo misiones de tres a seis meses de duración.
La tripulación tipo del SeaOrbiter estará compuesta por seis operadores encargados del funcionamiento, del mantenimiento de la nave y de su seguridad; cuatro operadores científicos encargados de llevar a cabo diferentes programas de investigación; dos operadores multimedia; y seis «acuanautas» (científicos o astronautas) que desarrollarán programas específicos en el laboratorio hiperbárico.
Los tripulantes del SeaOrbiter estarán en contacto permanente con un control de tierra que supervisará el correcto desarrollo de las expediciones y procesará los datos enviados desde el mar.
Los paralelismos con las estaciones espaciales, más allá de lo que su nombre significa (orbitador del mar), parecen evidentes. De hecho, la nave cuenta con un simulador que permite a los astronautas emular las condiciones de vida de un hábitat aislado y presurizado como el que encontrarán en el espacio. No es pues casualidad que dentro el equipo del SeaOrbiter encontremos a Dan Goldin, exadministrador de la NASA y al astronauta Jean-Loup Chretien. La conexión espacial del SeaOrbiter también incluye el apoyo de la Agencia Espacial Europea y de otras organizaciones industriales que ayudan en el desarrollo de la tecnología necesaria para el ambicioso proyecto.
Primer barco vertical
Pero no es solo un laboratorio científico. Se trata del primer buque vertical jamás construido. Una vez ensamblado, tendrá una altura total de 58 metros, 31 de los cuales estarán bajo el nivel del mar, y su casco estará hecho de una aleación de aluminio y selenio.
A diferencia de los navíos convencionales, su alineación vertical dejará visible solo una pequeña parte por encima de la superficie del mar. En esto se asemeja más a un submarino que navega en superficie. Pero, como hemos dicho, se trata de una embarcación diseñada para flotar en posición vertical y que irá a la deriva «orbitando» los mares arrastrado por las corrientes oceánicas, aunque dispondrá de varias hélices propulsoras que le permitirán modificar su trayectoria, así como maniobrar en aguas confinadas. La nave generará energía a partir de fuentes renovables como la energía solar, la eólica y la obtenida de la fuerza de las olas. De hecho, obtendrá de fuentes limpias la mayor parte del suministro eléctrico necesario para los sistemas de soporte vital y de propulsión. De todos modos, contará con reservas de biofuel para cuando las condiciones meteorológicas impidan obtener la energía suficiente para el correcto funcionamiento de la nave.
Parte visible/parte sumergida
En la parte superior del buque, hay antenas de comunicaciones, dos turbinas eólicas verticales, una grúa y un mirador (+18,5 m.) con una vista panorámica de 360°. A continuación, una primera plataforma (+9,4 m.) alberga la sala de máquinas y un centro de buceo. La cubierta de esta plataforma está formada por 350 metros cuadrados de paneles fotovoltaicos.
En los niveles inferiores que están por encima de la superficie del mar se encuentran: un laboratorio húmedo (+6,40 m.), el puente de mando (+4,20 m.), un laboratorio multidisciplinar, la zona médica y la zona de fitness (+1,60 m.).
No obstante, la mayor parte del SeaOrbiter se encuentra bajo el nivel del mar: camarotes (-1 m. y -3,60 m.), la zona de comunicaciones y el área sanitaria (-6,20 m.), cabinas a presión atmosférica (-8,80 m.), cabinas en modo de presurización, un hangar de vehículos subacuáticos y una zona de buceo (-11,60 m.).
La existencia de cabinas con presión igual a la del agua circundante permitirá a los buzos realizar largas incursiones en profundidades de hasta 100 metros sin los inconvenientes fisiológicos derivados de la descompresión. Por seguridad, el SeaOrbiter dispondrá además de una cámara hiperbárica fija y cámaras inflables portátiles.
Desde el hangar subacuático podrán enviarse vehículos tripulados de exploración y drones capaces de alcanzar los 6.000 metros de profundidad.
A -13,90 m. se encuentra la zona técnica, con una plataforma que contiene el lastre, los suministros de agua y el combustible. Debajo de la plataforma hay una quilla de 180 toneladas que podrá ser liberada con facilidad en caso de emergencia; es retráctil para facilitar la navegación por zonas de escasa profundidad o canales.
Como era de esperar, esta ventana futurista a las profundidades del mar tendrá un precio elevado. Con un coste estimado de construcción de 43 millones de euros, se antoja complicado adivinar el valor añadido real que SeaOrbiter aportará a las decenas de buques oceanográficos que actualmente surcan los mares. Pero esa es otra historia.
El proyecto SeaOrbiter establece paralelismos entre el descubrimieto del espacio y el de los mares, los grandes desconocidos de nuestro planeta.