«Estos días están siendo difíciles para todos los que queremos a Gipuzkoa Basket. Tras una temporada muy complicada nuestro esfuerzo no ha tenido recompensa en la cancha».

Las primeras líneas de la carta abierta dirigida por el presidente de San Sebastian Gipuzkoa Basket, Álvaro Bilbao, a la afición guipuzcoana, resumen de forma diáfana cómo ha transcurrido la temporada más frustrante desde su creación. Una temporada que empezó con vocación europea y terminaba, aunque aún no ha acabado, consumando el descenso a la LEB. Un sueño tornado en pesadilla.

La derrota frente a Gran Canaria no hacía sino certificar un descenso consumado de facto en la derrota frente al Obradoiro, o quizás ante el Cajasol, un partido que sirve como metáfora de toda la campaña.

«Sin embargo, estamos convencidos de que todo lo vivido ha contribuido a hacernos más fuertes, a estar más unidos y a crecer como entidad».

La palabras de Álvaro Bilbao no ocultan la realidad de que el cuadro guipuzcoano tardó en reaccionar, demasiado. La rescisión y posterior recontratación de Sito Alonso, el adiós de buena parte de las ayudas de la Diputación de Gipuzkoa fueron los primeros ecos de una temporada que nacía torcida antes de nacer. Jugadores como Mejri o Berni Rodríguez parecían tener un pie en Donostia, pero esos sobresaltos estivales ya cambiaron el panorama. Se dijo adiós a la Eurocup y la plantilla tuvo que ser otra desde el inicio.

La lesión de Lofton, el fin de la paciencia con Korolev, los ensayos con mal resultado de Taylor y Kuksiks... Tres victorias en la primera vuelta y palizas como el 98-50 del Palau. Hasta que se dio con la tecla con la llegada de gente como Paunic o Finley, con la mejora de Woods y Neto, y la adecuación a los roles. Las derrotas de la segunda vuelta al menos han guardado un fondo de insobornable dignidad.

Gipuzkoa Basket remontó hasta salir de los puestos de descenso a falta de varias jornadas, superando en el average a equipos como Valladolid, Murcia o Fuenlabrada, demostrando un carácter a salvo de la crítica.

Casi, porque durante la primera vuelta esa falta de actitud combativa o positiva, fue algo que la propia directiva acabó por echar en cara a la plantilla donostiarra. Javi Salgado declaraba haberse «sentido avergonzado» cuando los rectores de Gipuzkoa Basket les demandaban mayor actitud. «No basta con querer un rato», añadía Sito Alonso, harto de ver cómo su equipo sufría bajones por angustia y ansiedad, para remontar, pero acabar cediendo ante otro arranque de agobios.

Los legionarios de Donostia

«Las manifestaciones de apoyo a Gipuzkoa Basket son el mayor síntoma de que Gipuzkoa quiere baloncesto en la élite. Me gustaría agradecer el incondicional apoyo de la afición a lo largo de la temporada. Habéis demostrado que sabéis estar en los buenos y en los malos momentos», redondeaba Álvaro Bilbao.

Buena parte de la reacción donostiarra llegaba de la grada, con la peña «Omnes Uni» como estandarte. Illunbe jamás había animado así... tal vez porque jamás vio tan angustiado a su equipo, en una dinámica de pesadilla cuando la reacción de equipos como Fuenlabrada hizo caer al pozo de descenso para no salir. Y, para colmo, se acaba el patrocinio de Lagun Aro.

«Seguiremos trabajando para que continuéis sintiéndoos orgullosos de pertenecer a Gipuzkoa Basket», acababa Bilbao. Pues bien. La pelota está en su tejado. Se acabó la pesadilla. Toca volver a empezar el sueño.