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Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS | Periodista

Urnas y leyes

No, no hay manera de que brote la democracia en el huerto de la derecha. Mi padre, que creía en la democracia cristiana como un modo de construir otra sociedad sin necesidad del enfrentamiento revolucionario, rompió al fin su relación con Gil Robles con una frase que conservo en la cabecera de la cama: «José María, no se puede hacer la revolución social con millonarios y con obispos». Mi padre había frecuentado las dos castas con una amarga decepción final.

En mi memoria, ya tan vieja, renacen estos recuerdos cada vez que poso los ojos sobre el polvorín conservador. Hace dos o tres días leía un titular destacado en «El Mundo» de Madrid en el que se afirmaba con absoluto descaro: «Mas -hablaban del presidente de la Generalitat de Catalunya- antepone las urnas a la ley para desobedecer al Tribunal Constitucional». En el titulo me pareció ver todo un tratado político de la autocracia.

La derecha, y sus aliados fácticos de la falsa izquierda, soportan mal las urnas porque desprecian y temen a la ciudadanía. Sostener con hechos que el pueblo constituye la máxima instancia de la soberanía les parece una postura que ancla en el terrorismo. La derecha sólo cree en las leyes, que es su mundo manipulado y manipulable. No admite que las leyes se deban en todo momento a la voluntad ciudadana y que únicamente son leyes mientras la ciudadanía no decida su sustitución. Oigo ya el grito: «¡Eso es la anarquía!». Es un grito que surge del hondón represor. La derecha está hecha de agua bendita, cárcel y banca. En la didáctica revolucionaria habría que dedicar muchos más espacio a la reflexión sobre las leyes. A no ser que el Poder lance sobre los que reflexionan a sus tribunales y sus policías.

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