crónica | umore azoka
A veces las circunstancias descubren posibilidades inusitadas
La organización de la Umore Azoka de Leioa ha debido ir reconstruyendo su parrilla de actuaciones cada día. Una tensión superlativa. Algo que conlleva riesgos por el exceso de inseguridades, porque se pide a los equipos técnicos propios y de cada compañía un trabajo urgente al límite. Prueba superada.
Carlos GIL
Siempre hay que sacar conclusiones positivas de todas las circunstancias, y si al final, debido a la pertinaz lluvia, los dos polideportivos se han convertido en los escenarios casi continuados de actuaciones nos ha enseñado otra posibilidad para exhibir, quizás no muy propicia al detalle y la singularidad, pero sí a la eficacia.
El feriante acaba con un cansancio extra debido a la humedad, el frío, lo intempestivo. Pero acostumbrado a navegar por esos mares procelosos, siempre encuentra un oasis, una playa teatral donde descansar y aprovisionarse de ilusiones. Uno juraría que entre los artistas callejeros, aunque hablen de multidisciplina, son mayoritariamente cuerpos batidos para la danza y el circo. Y ahora van en parejas, asunto contable y estratégico más que artístico. Y las dramaturgias son difusas, más simples que el mecanismo de una alfombra.
Por eso, los viejos piratas cuando encuentran un buen ron disfrutan hasta su última gota. Y eso lo detectamos en teatro más o menos puro, sin aditamentos, ni tecnología. Un carromato transformado en un artificio teatral majestuoso. Tres actores entregados a una ceremonia teatral que a veces parece bufonesca, en otras de una crueldad hiriente para la sensibilidad de algunos espectadores pero que levanta carcajadas. Nos referimos a los holandeses de la Compagnie Daad que nos deleitaron con «La cuisine macabre», un trabajo teatral de primera, divertido, chocante, agresivo en ocasiones, que nos muestra un restaurante ambulante con una gastronomía fresca, es decir antropófaga. Tiene muchos matices, pero es artísticamente muy potente, muy buena.
En otra línea, pero también con la calidad como carta de identidad, los catalanes de Fet a mà, con un fragmento de «Swap!», donde la fusión de danza y circo se realiza a partir de una estilización de movimientos, de una constante búsqueda de una relación corporal extenuante entre la pareja que lo ejecuta que adquiere otra dimensión al incorporar una poética que le dota de categoría comunicativa. Muy buenos.
En la misma línea un trabajo fugaz pero de una gran intensidad física y de una pulsión interpersonal de atracción casi animal entre los dos bailarines, en «Te odiero» con Candelaria Antelo y Arthur Bernard Nazin, creando potentes imágenes, transmitiendo mucha verdad artística.
Trapu Zaharra, «La vida en B»
Uno de los rituales de la Umore Azoka es que Trapu Zaharra estrene su nueva producción. En esta ocasión se titula «La vida en B», y la interpretan Santi Ugalde y Txubio Fernández de Jáuregui, es decir un clásico. Es tradición que lo que vimos el sábado, el próximo domingo o la próxima función sea otra cosa totalmente diferente. Ellos, como los buenos cómicos callejeros, ensayan con los públicos. Miden con las actuaciones. Ajustan en cada encuentro con los públicos y las circunstancias espaciales, los gags. Por lo tanto, lo que podemos decir es que se cumple con lo esperado, es un espectáculo típico de Trapu Zaharra que no renuncia a ninguna de sus señas de identidad, sus esquemas, sus formas y sus resoluciones imaginativas, textuales, paradójicas y que funcionan de manera espléndida con los públicos.
Decíamos que la composición tipo de las obras vistas es una pareja, que hacen música en directo, que cuentan alguna historia muy simple, que utilizan pocos elementos escenográficos, coexistiendo el humor, lo tierno, y que se mueven siempre entre géneros. Va una secuencia de espectáculos de estas características: Bapatean Zirko, arabatarras, con «Tenderete», una acumulación de esperas, de situaciones más o menos grotescas, sin continuidad narrativa. Los catalanes de Volaquivol, más directamente circense, con «Salsa», un espectáculo que se alarga en exceso. Si juntaran los diez minutos que tienen fuerza, sería un buen número complementario, estirando tanto las transiciones, agotan pronto el discurso.
Los valencianos de Arritmados y su «Menás a truá...., orgullo y dignidad», que tiene un punto de vista muy exigente: todo les sale mal, son un desastre de artistas, deben tropezar, entrar en un caos que se va recomponiendo constantemente. Hablan mucho, mantienen una relación entre ambos que funciona, pero repetir tanto el esquema de ser tan zarrapastrosos y que nada funcione, llega a confundir, es como si no fuera una decisión dramatúrgica sino que están haciendo ver que hacen, y por eso les sale mal. Puede ser. Los catalanes de Dudú & Companyia y su «El Niu», un piano, un actor-clown, manipulaciones, participación. Sin más.
De reojo
No todo se puede ver en condiciones. Van impresiones de trabajos vistos casi de reojo y pasada: de Pasaia, Ipso facto y su «+ que vecinos», colorido, interesante propuesta formal, para crear prototipos. Un buen dispositivo escénico, un actor-manipulador José Luis Ruiz (El Belga) con «Móbil» presentado por los andaluces de La Güasa teatro circo, muy elaborado trabajo de relaciones con los objetos, un buen ritmo.
De Catalunya son Zinc.co, eso, cinco cómicos haciendo una «Marathon», algo tan manido como falto de sorpresa y de gracia. Utilización de las proyecciones, un juego de imágenes superpuestas, en «Pin-C-La-2» de Maintomano compuesta por francesa y español, muchos lenguajes que confluyen y se amontonan. Vascas de Hendaia, Rouge Eléa y su «Ronde», presidida por una lámpara trapecio, una de las marcas de la casa. Por momentos exquisita. Algo liviano.
Cosas únicas, un espectáculo de cuatro minutos con objetos en teatrito donde solamente caben dos espectadores, del Estado frances, Kezakotheatre y su «Zen-it». Una delicatessen.
Y todo lo que se nos queda en el tintero de la desmemoria.