CRíTICA: «Marea letal»
Este tiburón no es el de Spielberg
Mikel INSAUSTI
De la película protagonizada por Halle Berry y Olivier Martinez se habló mucho hace tres años, cuando en pleno rodaje la prensa sensacionalista destapó el romance de la pareja estelar, comentando infidelidades y demás cuestiones extracinematográficas. Aquella publicidad gratuita se quedó en nada, porque «Dark Tide» en el mercado estadounidense fue directamente a parar al formato doméstico, sin pasar por las salas de cine. Y de ahí el retraso con que se distribuye ahora entre nosotros, debido a las pésimas críticas y los suspensos del público en los foros de Internet.
Para terminar de empeorar las cosas, siempre que se alude a la trayectoria descendente de la otrora oscarizada Halle Berry se menciona «Dark Tide», como ejemplo de sus malas elecciones a la hora de decidir entre los guiones que le llegan. La actriz afroamericana completa una interpretación lamentable, digna de un Razzie, de forma totalmente incomprensible. Lo único que tenía que hacer era mostrarse natural, estando como estaba enamorada en la vida real de su pareja en la ficción. Por el contrario, se empeña en actuar, y su relación con Olivier Martinez no desprende ninguna química en la pantalla, al extremo de que el consiguiente romance se ve falso y no despierta en ningún momento el interés o la empatía del espectador.
Aún así, gran parte de la culpa del fracaso comercial de la película corresponde a la realización de John Stockwell. Se le contrató porque es un consumado especialista en filmaciones submarinas, tal como lo ha demostrado en las previas «En el filo de las olas», «Inmersión letal» o «Turistas». Sin embargo, lo que debía de ser una ventaja, termina convirtiéndose en una pega. A fin de exprimir el ajustado presupuesto de 25 millones de dólares al máximo, este Cousteau de la ficción se concentra por entero en las secuencias bajo el agua con los grandes y temidos tiburones blancos, rodadas en las costas sudafricanas. Por desgracia, se olvida de acoplarlas a la narrativa dramática, quedando como un lastre que no permite el desarrollo de la acción. El metraje se alarga lo indecible, aburriendo mortalmente.