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Las potencias intervencionistas cargan contra Hizbullah

Dabid LAZKANOITURBURU

La crisis en Siria está dejando en evidencia a unos y a otros. La UE ha advertido con hacer efectiva su eterna amenaza de incluir a Hizbullah en la lista de «organizaciones terroristas» por su participación, preeminente, en la ofensiva del Ejército sirio sobre Qusseir, en la frontera con Líbano. Hasta ahora solo Gran Bretaña y Holanda habían dado ese paso y el resto, liderados por el Estado francés, aducía el peso del Partido de Dios en la estabilización libanesa para mantener congelada la decisión.

No son los únicos. El presidente de EEUU, Barack Obama, llamó al presidente libanés, el cristiano Michel Suleimán, para transmitirle su «inquietud» por la presencia de Hizbullah en el terreno de combate sirio. Obama no ha mostrado públicamente semejante inquietud ante la presencia de yihadistas libaneses -y jordanos, iraquíes...- en el escenario sirio.

La perla llegó de la mano del primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan. Mientras Turquía ampara e incluso arma a los rebeldes -según Damasco les está espoleando en los últimos días- en el norte de Siria, Erdogan se quejaba ayer de que «los que califican el apoyo logístico de Turquía a la oposición siria como una intervención extranjera no dicen lo mismo respecto a movimientos (en referencia a Hizbullah) que participan en los combates».

Toda una rabieta de Erdogan que evidencia el surrealismo en el que ha derivado la crisis siria. Porque la Turquía otomana es suficientemente inteligente para saber que ni ella ni sus circunstanciales aliados del Golfo (Arabia Saudí, Qatar) pueden pretender jugar solos en terreno sirio. Y menos si tenemos en cuenta que este país se ha convertido en escenario en el que se juegan otras guerras, locales y regionales. Es el caso de la participación directa de Hizbullah,

El brazo armado de la resistencia libanesa ha enviado nuevos refuerzos para terminar la reconquista de la localidad de Qusseir, donde los rebeldes armados resistían desesperadamente en el norte del enclave.

Y lo hace por dos motivos. El directo tiene que ver con la guerra que libra con el yihadismo suní en Trípoli. Si cae Qusseir, Trípoli se queda sin aire.

Y al revés. El motivo indirecto es que supondría un golpe en las expectativas de los rebeldes sirios. Todo ello en vísperas de una conferencia internacional a la que Damasco quiere llegar en posición de fuerza. Y, para ello, tiene un aliado en Moscú.

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